El pasado 24 de agosto el secretario de Relaciones Exteriores y anticipado presidenciable Marcelo Ebrard, publicó en su cuenta de Twitter que recibió a las primeras solicitantes de status humanitario en México provenientes de Afganistán. Explicó que forman parte del equipo de robótica de ese país y defienden el sueño de un mundo con igualdad de género. Acompaña el mensaje con una fotografía en la que se encuentra con las mujeres mencionadas y les ofrece un gesto de abrazo. “Bienvenidas!!!”, concluye su texto.
Por otra parte, el sábado pasado hubo un enfrentamiento sobre la carretera Tapachula-Arriaga, en Tuzantán, Chiapas. Integrantes de una caravana de migrantes de países centroamericanos y del Caribe se encontraron con elementos de la Guardia Nacional y del Instituto Nacional de Migración (INM).
En videos difundidos en redes sociales se aprecia cuando dos agentes del INM someten y patean en la cabeza a uno de los extranjeros. Otras imágenes dan cuenta de más agresiones para la caravana en empeño por impedir su tránsito en territorio nacional. Aunque el instituto ya informó que suspendió a los evidenciados agresores, quedó el registro del protocolo utilizado por autoridades federales para detener el paso de migrantes cuyo objetivo final es atravesar la frontera norte del país y llegar así a Estados Unidos.
Cuando en días pasados se dio a conocer el rápido avance del Talibán en Afganistán tras el retiro de fuerzas estadounidenses y la toma de su capital Kabul, aparecieron pronto las primeras voces preocupadas que ofrecieron asilo en México especialmente a mujeres que busquen huir del régimen extremista.
El gesto no es extraño en este país con añeja tradición solidaria para exiliados y refugiados extranjeros que en distintos puntos de la historia han sido recibidos con brazos abiertos en este lado del mundo, como españoles y chilenos. Sin embargo, añeja es también la respuesta incongruente que hemos tenido para con otros extranjeros que, en contraparte, no recibieron tantos abrazos como los primeros; pensemos en chinos y centroamericanos.
¿En qué se basa la distinción que tanto autoridades nacionales como la propia población hemos mostrado para con unos y otros seres humanos que por una u otra razón (generalmente por huir de violencia y pobreza) buscan salir de sus países y pasar por le nuestro o incluso permanecer en él?
Lo peor es que hacemos como que tal distinción es inexistente e inventamos argumentos para justificarla e incluso responsabilizamos a los sujetos de nuestra discriminación: “es que solo vienen a delinquir, si vinieran a trabajar sería distinto”, generalización que, como muchas iguales, la sustentan prejuicios.
Luego de ambos casos me pregunto si Marcelo Ebrard habrá tenido algún gesto similar con los migrantes centroamericanos y del Caribe como el que tuvo con las refugiadas afganas, quienes, ¡faltaba más!, tienen responsabilidad ninguna de la incongruencia del canciller y las autoridades federales. Ante los hechos parece que el gobierno mexicano ofrece dos sopas: brazos abiertos o puños cerrados. Lo interesante es cómo lo decide.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
