Hace no mucho salí de un compromiso un miércoles por la noche cerca del parque Louis Pasteur en la colonia Doctores, de Pachuca. Faltaba como media hora para la medianoche y esperé un taxi en la esquina donde está la cancha de futbol y un paradero de combis. Llegó uno al poco tiempo y en minutos estaba ya en casa tras un recorrido, por la ruta más larga, de 3.1 kilómetros según Google Maps. 

Por aquí está bien, muchas gracias, ¿cuánto le debo?, pregunté al taxista. 70 pesos, respondió. ¡¿Qué?! ¿Por qué tanto? Es que ya es noche, joven, es lo que se cobra. ¿Cómo se va a cobrar eso? Es mucho, repliqué. Está bien que sea de noche, pero no sean abusivos (usé el plural porque no fue la primera vez que me ocurrió, aunque sí la más gandalla). Entonces el conductor volteó hacia atrás y dijo, es lo que se cobra (no fue particularmente amenazante, tampoco amable). Cansado, con ganas de dormir, afortunadamente con dinero en la cartera y sin ganas de discutir, le pagué, volví a llamarlo abusivo y me bajé.

De acuerdo con el tarifario de taxis previo a la reciente modificación, el costo mínimo por viaje era de 32.50 pesos en recorridos menores a cuatro kilómetros, después de eso eran tres pesos por kilómetro adicional. Además, la tarifa nocturna (de una a cinco de la mañana) incrementaba el monto en 20 por ciento. Con base en esto, 70 pesos fueron, efectivamente, gandallismo. 

Lo peor de lo anterior es que esa experiencia no fue un caso excepcional. Tan es así que muchos de los usuarios regulares optan por preguntar antes de subirse, ¿cuánto me cobras a&? porque bien saben que no hay un criterio único para cobrar, bueno, sí hay, pero no lo respetan. 

Para ser justos, también he coincidido con numerosos taxistas que acatan el tarifario o que, probablemente en busca de generosidad del cliente, dicen: lo que le cobren. Además, brindan servicio con amabilidad y eficiencia. Sin embargo, si bien estos no son pocos, aquellos, los abusivos, tampoco. 

Al final, uno recuerda con mayor facilidad experiencias indeseables y el sentir general es negativo para con los trabajadores del volante en Pachuca, ya que, además, un cobro injusto es el menor de los problemas cuando también hay casos de acoso, robos y violaciones que tienen mayor peso en la sensación de inseguridad que genera el transporte público individual.

Bajo estas condiciones existe poco apoyo ciudadano para las manifestaciones de taxistas que, como ayer, desquiciaron la vialidad en protesta por la implementación de tecnología que incluye taxímetros para regular el cobro por viajes y que, aseguran, impactará negativamente sus bolsillos.

Personalmente no respaldo el ingreso al estado de aplicaciones como Uber o Didi para ampliar la oferta de transporte público, pues las considero ventajosas para las empresas y en detrimento de los derechos laborales; aunque representan relativa comodidad para el usuario, cuando proliferan las compañías sorprenden con alza en las tarifas que llegan a ser muy elevadas de acuerdo con sus formas de operación.

Sin embargo, los taxistas no la ponen fácil al brindar, en conjunto, un servicio deficiente y al mostrarse reacios a adoptar cambios que permitan mejorar el servicio. Claro, sin soslayar el papel de los concesionarios, quienes abusan de usuarios y trabajadores por igual al tiempo que mantienen relaciones con facciones políticas con las que colaboran de acuerdo con el interés del momento, ¿o quiénes creen que asfixiaron Pachuca?

ACLARACIÓN                                                   
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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