Al corte del 29 de mayo en México se habían vacunado más de 30 millones de personas y más de 12 millones tenían ya su esquema completo; estas cifras, aunque considerablemente grandes, merman en la perspectiva, pues este país lo habitan 126 millones de mexicanas y mexicanos, por lo que apenas 10 por ciento tiene ya alguna garantía de seguridad que, empero, puede ser nada en tanto no se alcance un número mucho mayor de inmunizados.
No obstante, la pandemia ha desaparecido junto con sus restricciones preventivas, al menos en lo que concierne a las actividades electorales y futbolísticas, ya qué más grande que la preocupación de la clase política mexicana por la salud de la ciudadanía, es el interés en su voto, por lo que no hubo freno al calendario electoral y este domingo será la jornada de votación. En tanto, la Liguilla del pambol nacional se realizó sin temor al COVID (cof, cof, Tuzos) y finalmente terminó el embrujo cementero que mantenía al Cruz Azul y a su afición entre abundantes lágrimas semestrales.
El victorioso grito contenido por 23 años desbordó el Ángel de la Independencia al que llegaron aproximadamente 80 mil celestes que, embriagados por la euforia deportiva y tal vez por una o dos caguamas, olvidaron pronto cómo usar cubrebocas y mantener sana distancia, pues los abrazos menudearon. El festejo se replicó en el Reloj Monumental de Pachuca con menos convocatoria pero igual entusiasmo y desparpajo.
En contraparte, mucho menos alboroto hay en Morena ante la jornada del próximo domingo, las elecciones más grandes en la historia de este país, como repite con insistencia el INE. En 2018 sorprendió la aplanadora morenista empujada por la popularidad de López Obrador, pero el año pasado se desinfló el globo y el PRI regresó como en película de Spielberg tanto en Hidalgo como en Coahuila.
Aunque encuestas varias señalan que la aprobación ciudadana a la figura presidencial se mantiene en alrededor de 61 por ciento, el ambiente electoral se percibe adverso a Morena que ha desencantado a muchos, especialmente con el manejo de la pandemia, que habría sido toro bravo para el que sea; su respaldo al otro Toro acusado de abuso y violación que finalmente terminó en ejercicio de tradicional nepotismo con la postulación de Evelyn Salgado a la gubernatura de Guerrero; la creciente militarización con mayor control del Ejército sobre distintos rubros de la administración nacional y el empecinamiento de Andrés Manuel en poner los huevos en la canasta petrolera, etc., etc., etc.
Recientemente, ante la tragedia ocurrida en el Metro capitalino, la 4T tuvo una nueva oportunidad para marcar distancia del antiguo régimen, para demostrar que, efectivamente, hay una diferencia práctica, ética y moral entre su proyecto y sus adversarios, pero a casi un mes del hecho en que fallecieron 26 personas, hasta el momento no hay acción alguna que denote voluntad de llevar justicia a víctimas y familiares.
Ya no digamos fincar responsabilidades penales a funcionarios involucrados en la construcción de la Línea 12, varios de ellos figuras notables en el gobierno obradorista, sino el mínimo gesto de separar del cargo a personas involucradas directamente con la administración y mantenimiento del Metro en tanto se llevan a cabo las investigaciones pertinentes.
Sin embargo, la 4T parece acudir a la vieja maña de permitir el paso del tiempo y que este haga su trabajo en la memoria colectiva que, sabemos, es de muy corto plazo. Veremos qué dicen las urnas.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
