El pasado 15 de mayo, se dio uno de los peores hallazgos en la historia criminal de México. Ese día, fue descubierto y detenido, el feminicida serial Andrés Filomeno “N”. La detención del sujeto se dio en su domicilio, ubicado en el municipio de Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México.

La captura de este monstruo se dio gracias a la intervención del esposo de su última víctima, una mujer de 34 años de edad. No hubo un trabajo de inteligencia policial, ni siquiera había sospechas en contra del múltiple asesino. Un hombre desesperado por no encontrar a su esposa, en un país que reporta un alto índice de personas desaparecidas día a día, fue quien hizo el más terrible hallazgo: su cónyuge asesinada, mutilada, depositada en cubetas, dentro de la propiedad del aberrante hombre llamado Andrés.

Es urgente que un país que presenta cifras tan alarmantes en la desaparición de personas, se avance en un tema tan delicado, convertido en el pan nuestro de cada día. Desde el año 2006 hasta abril del presente año, se reporta un total de 85,053 personas desaparecidas y no localizadas en México, según cifras de la Secretaría de Gobernación.

El caso de Andrés “N”, rebasa por mucho a cualquier antecedente de asesinos seriales en nuestro país. Desde luego que ninguno es menor. Pero, este fenómeno bestial no tiene punto de comparación. Según informes de las autoridades, han hallado más de 2 mil restos óseos en la vivienda de este multifeminicida.  

El cine ha contribuido, erróneamente, a glorificar la figura de los asesinos seriales. Algunos de los personajes cinematográficos han sido producto de hechos reales, otros de la mera ficción. Interpretados por carismáticos actores, como Anthony Hopkins quien dio vida a Hannibal Lecter en la cinta “El silencio de los inocentes” (The Silence Of The Lambs); un inteligente caníbal, surgido de la saga literario “Dragón rojo”, autoría de Thomas Harris.

Los asesinos seriales, demostrado está, no son esos románticos personajes que nos ha mostrado el cine o la literatura. No son individuos que reten a las autoridades como John Doe, interpretado por Kevin Spacey en la película “Sev7n”. Tampoco son galanes de físico perfecto como Zac Efron personificando a Ted Bundy.

La realidad en el caso del “carnicero de Atizapán”, es sórdida, grotesca, infernal. Es momento de que las autoridades se pregunten cuántos asesinos seriales más podrían existir en todo el país. Esto, desafortunadamente no es un hecho aislado. Es, la cara de una sociedad enferma y cada vez más violenta.

ACLARACIÓN                                            
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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