Bienvenidos mis queridos lectores a un número más de esta su columna de confianza. Hoy les vengo a contar una historia que pareciese sacada de una serie pero que fue más real que los chanclazos que te daba tu mamá, me refiero al “narco-fútbol” colombiano.
Como no puede ser de otra manera, todo empezó con la profunda pobreza y precariedad que azotó al pueblo colombiano en la década de los 70´s debido al mal manejo del entonces presidente López Michelsen que, para ser más exactos, llevó al país a una crisis agrícola, petrolera, de desempleo e inflación que no se había visto; un caldo de cultivo casi perfecto para que distintos “empresarios” emprendieran negocios que tenían que ver con polvo blanco.
Para el futbol de aquél país esta época tampoco fue precisamente fácil. Cuando la moneda empezó a perder valor, sus principales figuras comenzaron a marcharse debido a que los equipos no podían costear sus salarios, el devaluado peso colombiano ya no alcanzaba para pagar a los jugadores que ganaban en dólares.
Sin sus estrellas, la liga empezó a perder protagonismo y las gradas comenzaron a quedarse vacías, llevando a muchos clubes de la primera división a la bancarrota. Deseosos de fondos para sostener sus respectivos proyectos, comenzaron a ver con bueno ojos el recibir dinero del narcotráfico.
Para inicios de los 80´s más de la mitad de los equipos estaban relacionados con capos de la droga; algunos eran dueños, otros accionistas y otros más inyectaban efectivo a través de presta nombres.
Los implicados
No crean que los chicos malos invirtieron su dinero en el futbol nomás de buena onda, la mayoría de ellos encontró en los equipos la empresa perfecta para lavar el dinero proveniente de sus ventas en Estados Unidos. Con el tiempo el deporte más hermoso del mundo se volvió una maraña de apuestas, partidos amañados y mucha, mucha corrupción.
Además del hecho de ayudarse a lavar dinero, los criminales comenzaron a ver sus clubes como juguetes que presumir, siendo el ejemplo perfecto el América de Cali.
Los diablos rojos fueron adquiridos en 1979 por los hermanos Orejuela, líderes del cártel de Cali, quienes en poco más de 10 años lograron que el club ganara ocho títulos de liga y consiguiera llegar a tres finales de Copa Libertadores.
El famoso Pablo Escobar no estuvo ajeno a estas prácticas, pues a mediados de la década de los 80´s se convirtió en socio y benefactor (o sea, el que ponía la lana) del Atlético Nacional el cual ganó una Libertadores en 1989 (el primer trofeo internacional que ganaba un equipo colombiano) y el Deportivo Independiente de Medellín, de éste último el capo era fan desde pequeño.
Otros equipos como Millonarios, Independiente de Santa Fe, Deportivo Pereira, Envigado FC, Deportes Tolima y Unión Magdalena también recibieron dinero del narcotráfico.
La factura del Mundial
A finales de los 80´s y principios de los 90´s la liga colombiana era una potencia en Sudamérica debido al constante flujo de efectivo; grandes figuras de Colombia como René Higuita, “el pibe” Valderrama o “el tren” Valencia se quedaron a jugar en su país.
Para 1994 la selección cafetalera tenía al que mucho consideran el mejor combinado de su historia y había muchas esperanzas guardadas en que harían un gran mundial. Además de los aficionados, el narcotráfico también confiaba en su selección, al punto de apostar fuertes cantidades de dinero.
Lo que pasó en el Mundial Estados Unidos 94 fue un completo desastre. En el primer partido los cafetaleros habían perdido contra la selección de Rumania por 3-1, para el segundo partido el técnico colombiano “Pacho” Maturana recibió múltiples amenazas sobre la alineación que jugaría ante EU; el mensaje era claro, si ponía al mediocampista Gabriel “Barrabas” Gómez el narco iría tras su familia.
Momentos antes de enfrentar al combinado de las barras y las estrellas, el director técnico recibió una llamada telefónica, esta vez el mensaje fue más claro, si no ganaban matarían a los miembros del equipo, el entrenador comunicó este mensaje a sus jugadores quienes saltaron al campo con la amenaza puesta en sus cabezas. Perdieron por un marcador de 2-1.
Tras no pasar de la fase de grupos en aquel mundial, el defensa colombiano Andrés Escobar (quien había metido un autogol en el partido contra EU) fue asesinado tras salir de un club nocturno.
La violencia y el futbol
En el tiempo en el que el futbol colombiano estuvo bajo el mando del narcotráfico múltiples muertes cimbraron las canchas, la más importante quizá la mencionada arriba, pero también hubo otras.
Tras un partido entre América de Cali e Independiente de Medellín el árbitro Álvaro Ortega fue acusado por el mismísimo Pablo Escobar de haberse vendido al conjunto de los hermanos Orejuela al señalar un juego peligroso en una chilena que habría dado el empate en los últimos minutos al Independiente de Medellín, que perdía 3-2 en aquel momento. Fue “el Popeye”, sicario personal de Escobar que años después aceptaría que justamente fue Pablo quien dio la orden de “acabar” con el árbitro Ortega.
Por último, varios futbolistas y directivos de aquellos tiempos también fueron asesinados a sangre fría por los cárteles, las razones fueron varias y la sangre derramada manchó por mucho tiempo el futbol de aquél país.
En la actualidad, el futbol colombiano se ha esforzado por borrar la imagen de aquellos años y hoy gracias a sus grandes talentos se ha vuelto a posicionar como una de las mejores ligas del continente americano.
¡Hasta la próxima!
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
