La crisis para la industria cinematográfica en México, en el sector de la exhibición, comienza a tomar tintes dramáticos. Ante el inminente cierre de las salas de la cadena Cinemex, algunas de forma temporal, otras en forma definitiva, el futuro para este sector industrial, deja de ser incierto para convertirse en precario.
No solo se perderán miles de empleos. Se perderá un gran espacio para la exhibición de películas nacionales y extranjeras. También se pierde un nicho que había alojado en diferentes sedes a varios festivales de cine en el país. Ha sido de mucha valía el apoyo que esta cadena que hoy vive sus peores días, otorgó a distintos eventos cinematográficos.
Los festivales de cine, hasta antes de la pandemia que nos azota, requerían de espacios físicos para albergar su programación. Desde el año pasado, la mayoría, si no es que todos los festivales de cine en México y en el mundo, han optado por hospedar sus programas virtualmente, a través de algún servicio de streaming.
La incertidumbre que reina sobre el mundo en estos momentos, impide saber con certeza cuándo vamos a poder retornar como público a una sala de cine. Por lo tanto, pensar en un festival fuera de un contexto virtual, es imposible. Hace unos días leía la opinión de un consagrado director estadounidense, quien manifestaba hastío de los festivales realizados en forma virtual.
Quizá para alguien acostumbrado a exhibir su trabajo sin ningún obstáculo en los cines del mundo, pudiera resultar inocua la constante ejecución de certámenes cinematográficos por la vía digital. Muy pocos cineastas en el mundo logran llegar a los grandes complejos o a una plataforma digital comercial con su película. Muchos de los trabajos que se exhiben en los festivales de México y el mundo, tienen a los festivales como única posibilidad de llegar al público, además de contar con la posibilidad de vender su producto, es decir la película a alguna empresa distribuidora de cine.
Mi experiencia al frente del Festival Internacional Cine de América, me ha permitido constatar de cerca, la gran cantidad y calidad, en las producciones cinematográficas, específicamente de Latinoamérica. Pero también he sido testigo de las dificultades que la mayoría de las películas producidas en América Latina, tienen para ser exhibidas en diferentes regiones del orbe.
Aplaudo que los festivales de cine puedan encontrar un sitio virtual para proyectar su programación, que regularmente es una alternativa a la propuesta comercial que se ofrece al público tanto en salas, como en los populares servicios de streaming. Celebro que ante tanta adversidad los festivales persistan.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
