Este lunes reanudaron actividades establecimientos comerciales en municipios de Hidalgo considerados con alto riesgo de contagio por COVID-19. Propietarios y trabajadores obtuvieron la autorización tras exigirla al grito: “¡Abrimos o morimos!”

En pocos días se cumplirá un año de que iniciaron las restricciones sanitarias para contener los contagios en México. El aislamiento social, indispensable para salvaguarda de la salud, llevó a la quiebra a muchos negocios. Tan solo Canirac informó que 45 de sus restauranteros afiliados tuvieron que cerrar cortinas, con lo que perdieron su empleo mil 500 personas en Hidalgo. Sumar las pérdidas de otros rubros y organizaciones empresariales nos muestra la tragedia comercial (aunada a la de salud) que ha sido la pandemia. 

En últimas semanas fueron los restauranteros quienes encabezaron las protestas contra el cierre de negocios con cacerolazos en calles y plazas públicas. Argumentaron que sus establecimientos no son riesgo de contagio sino fuente de empleo para miles de personas. Esto último es indiscutible, aquello& no tanto. 

El mismo alegato fue utilizado antes por otro sector severamente vapuleado: los gimnasios. El año pasado solicitaban permiso para abrir y aseguraban que la actividad física sirve de escudo frente a un padecimiento especialmente peligroso para personas con comorbilidades como obesidad, por lo que solicitaban el estatus esencial que les permitiera reabrir. Sin embargo, aunque es cierto que el ejercicio es necesario para una vida saludable, las características del SARS-CoV-2 hacen que los gimnasios sean sitios de alto riesgo de contagio. 

Con más de un año de pandemia está bien documentado que las principales formas de propagación del virus son secreciones transmitidas por contacto entre personas, así como los aerosoles; en mucho menor medida, por superficies contaminadas. Por ello, convivencia en espacios cerrados, tiempo de permanencia, ventilación que permita la renovación del aire, así como el uso correcto de cubrebocas, son factores sumamente relevantes a tomar en cuenta para impedir la transmisión.

En este sentido, los gimnasios son sitios de riesgo al ser generalmente espacios cerrados en los que personas expelen aliento y saliva constante y fuertemente por la actividad física; además, por el uso compartido de equipo que puede tener rastros del virus. Situación similar ocurre con los restaurantes, donde es imposible, por ejemplo, mantener el uso total de cubrebocas, pues no se puede comer con la mascarilla puesta. 

El interés de propietarios por reabrir sus negocios no es cosa egoísta. La reactivación económica es urgencia ineludible pues deben pagar servicios, salarios, además de obtener ganancias para mantenerse a sí mismos. Urgente es también detener la propagación de información falsa que obstaculice la adopción de medidas necesarias para mantener la salud.

Enero fue devastador para la salud pública debido al aumento de casos COVID-19 por las celebraciones decembrinas. Al corte del 7 de febrero habían muerto 4 mil 860 hidalguenses por coronavirus, 905 de ellos en Pachuca. La reapertura de negocios, aunque necesaria, implica un riesgo de contagio, el cual disminuye si comerciantes y clientes conocemos e identificamos las prácticas inadecuadas.

Ante la reactivación económica y la alerta sanitaria máxima que permanece en Hidalgo, también se requiere responsabilidad colectiva. Aunque propietarios acaten las normas y clientes opten por las conductas más seguras, como preferir servicios a domicilio o para llevar, así como mantener el uso de cubrebocas y la sana distancia, persistirá la propagación del virus por algunas acciones cínicas y egoístas como acudir a un bar clandestino atrás de un refrigerador falso, por mencionar un caso hipotético, no es que en realidad pasen esas cosas, ¿o sí?

ACLARACIÓN                                                    
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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