Decenas de personas marcharon el sábado en calles del Centro Histórico de la Ciudad de México con la finalidad de llegar a la plancha del Zócalo para manifestar su repudio a la gestión de Andrés Manuel López Obrador, tenían la intención de colocar ahí las casas de campaña que finalmente instalaron sobre avenida Juárez luego que un muro policial les impidió el paso.

La obstrucción fue calificada por los integrantes del Frente Nacional AntiAMLO (Frenaa) como represión, abuso policial (ah, caray, ¿qué serán entonces las madrinas que repartieron cuerpos de seguridad en tiempos pasados?) e inequívoco síntoma de una dictadura que pretende imponer un régimen comunista. La Guerra Fría concluyó hace ya muchos inviernos, dijo la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum a los desfasados, ya hasta tiraron el muro, les recordó.

El clima no fue benevolente con los Frenaa la noche del domingo. La lluvia cayó sobre las pequeñas carpas que resistían apenas las ráfagas de viento. Algunas no soportaron el chiflón y terminaron volteadas para desvelar ausencia de moradores. Según autoridades capitalinas, esa noche había 850 casas de campaña en las que pernoctaron 600 personas; hubo, pues, habitaciones individuales y varias vacantes; incluso uno de los impulsores de la protesta, el ingeniero Gilberto Lozano, tuvo que abandonar el campamento tras aducir problemas de salud no sin antes dejar encargado el changarro.

Acompañaron las consignas y reclamos de inconformes no pocas imágenes de la Virgen de Guadalupe y santitos varios. Algunos manifestantes respetaron el día del Señor y hasta de rodillas pidieron al de arriba que el presidente se apure a renunciar; les urge porque cabecillas de la disidencia afirmaron que permanecerán en la lucha hasta que dimita el tabasqueño; habrían de conseguirse unas hamacas, digo.  

Mientras, Andrés Manuel, a quien no le faltan pretextos para hablar de cómo el mundo conspira contra su transformación, abrió su costal con etiquetado claro: “Exceso de conservadores”, para echar ahí a los campistas de Juárez y Reforma junto a los 650 firmantes del desplegado en defensa de la libertad de expresión. Roger Bartra, Héctor Aguilar Camín, los Krauze, entre otras personalidades, piden al mandatario que deje de atentar contra el derecho a la libre manifestación de ideas, no vaya a ser que los grandes acaparadores de los espacios de difusión vean mermado el negocio. 

El actual gobierno tiene una cola que de a poco se hace más larga, pero la oposición parece tan endeble y ligera como las carpitas que sucumben ante los resoplidos capitalinos y así nomás no va a pisarle nada. Por el contrario, sirven al mandatario para mantener la distracción del conservadurismo acechante del que habla todos los días desde hace más de una década sin atender las prioridades amontonadas.

 

ACLARACIÓN                                            
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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