Esta semana me costo decidir el tema del cual hablaría, y es que la toma de decisiones es uno de los procesos más difíciles a los que se enfrenta el ser humano, y créanme lo es más para una persona analítica, una persona que analiza de más las consecuencias de sus decisiones, ve los pros y contras y luego ve los pros y contras de los pros y de los contras, y así hace una cadena interminable de pensamientos que te llevan a otra decisión, el pagar o no las consecuencias de sus actos, a veces el precio lo vale, a veces simplemente no, algunos son arrebatados, impulsivos y otros lo contrario, he descubierto que parte de la felicidad es tomar decisiones adecuadas, no porque si, no de la nada, pero tampoco permitiendo que el cerebro convierta los contras en miedos, evitando la acción.

Todas las decisiones tienen un precio, el precio de decidir implica muchas veces una pérdida, pero de acuerdo a mi experiencia personal el no decidir, es la decisión más cara, al menos la que trae consecuencias más drásticas, y dolorosas.

El tomar una decisión implica coraje, valor, fortaleza, las personas cobardes, viven la vida que los demás les han impuesto, las personas sin coraje viven en una mentira, la elección de acuerdo a la educación convencional debe responder de manera adecuada al comportamiento permitido y validado, a lo que se espera de nosotros, la debilidad implica ceder, dejar que un copo de nieve se convierta en una bola gigante de destrucción.

Cada uno de nosotros  afrontamos las decisiones de manera diferente, basados en nuestra experiencia, en nuestro dolor, en nuestros miedos,  es común que esos aspectos sean más fuertes que nuestros deseos, y nuestros instintos,  a lo largo de la historia científicos, psicólogos y filósofos entre otros, han hablado de las decisiones, han realizado modelos algunos basados en el aspecto moral, religioso, o incluso cultural,  buscar el menor de los daños, medición de consecuencias, alternativas, resultados, incertidumbres, preferencias, juicio, todos estos conceptos se han sumado en los modelos de las tomas de decisión, sin embargo  cuando  estamos en una situación que implica decidir y el problema nos ocupa gran parte del pensamiento muchas veces se nos  olvida ocupar la verdad, es decir la honestidad con nosotros mismos.

Nadie conoce mejor que nosotros nuestros problemas, nadie sabe cuales son nuestros verdaderos impulsos, nuestras expectativas, nuestro motor, cual es nuestra motivación, nuestras dudas, nuestra frustración, o confianza, solo nosotros y con un poco de suerte tenemos entre nuestras amistades a alguien que nos haga ver la verdad que intentamos pasar de largo.

Tomar una decisión, a partir de ser brutalmente honestos con nosotros mismos no hará más fácil el proceso ya que implicará enfrentarse, y verse con un espejo de aumento a detalle, pero si nos hará conscientes del precio que pagaremos.

Es como comprar, sabemos que hay productos que implicarán un poco de sacrificio pero lo valen, otros que serán gastos innecesarios que nos traerá un hueco financiero, pero siempre es necesario saber lo que pagaremos, no llevarnos sorpresas de “ofertas”  que saldrán muy caras, solo una consciencia plena, nos da la capacidad de decidir si tenemos o no la posibilidad de pagar el precio y sobre todo si lo vale.

 

ACLARACIÓN                                      
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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