El 2018 trajo consigo la incorporación a la RAE de este término, una de las palabras más esperadas por el movimiento de las mujeres. Bajo la definición de “agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo”, sororidad ya tiene su hueco en la academia.  

Para la Fundeu, el término es válido desde 2016, cuando hicieron una recomendación lingüística porque, como explica la filóloga y lingüista Judit González, “vimos que en los medios de comunicación empezaba a aparecer esa palabra vinculada a noticias sobre feminismo”.

A nivel lingüístico, la palabra sigue el mismo patrón que fraternidad, cuya raíz latina es frater (hermano), pero en este caso la raíz sería soror (hermana), aludiendo así a la relación entre iguales de las personas de sexo femenino. Pero evidentemente la sororidad va mucho más allá del debate lingüístico y supone un salto del feminismo más teórico de hecho sisterhood se acuñó en el feminismo estadounidense de los setenta a una consigna que se extiende y apela a las mujeres a unirse y apoyarse frente a una cultura aún patriarcal y donde perviven enquistadas las discriminaciones. Fundéu subraya que este término empieza a verse en las noticias políticas y sociales de los medios de comunicación.

Origen de la sororidad

El término sororidad proviene de la palabra inglesa “sisterhood”, utilizada en los años 70 por Kate Millet, referente del feminismo de la segunda ola y autora de Política sexual.

Años más tarde, la académica mexicana, Marcela Lagarde, utilizó la versión en español, sororidad, por primera vez desde una perspectiva feminista tras verlo en otros idiomas, “encontré este concepto y me apropié de él, lo ví en francés, “sororité” y en ingles, “sisterhood'”, explica.

Lagarde la define como “una forma cómplice de actuar entre mujeres” y considera que es  “una propuesta política” para que las mujeres se alíen, trabajen juntas y encabecen los movimientos. Como ella misma defiende, da igual cómo se diga, “lo importante es el desarrollo”.

La sororidad también cuestiona la supuesta rivalidad entre mujeres, explica Juana Gallego, que ha sido incentivada precisamente por el patriarcado. Una rivalidad que se cocía en aquellos anuncios de detergentes basados en “la vecina tiene la ropa más limpia”.

Se reivindica así de la complicidad femenina, pero no como un fin en si mismo, sino para lograr objetivos de cambio social. Es una dimensión política, no una ingenua apelación a una supuesta solidaridad natural entre las mujeres.

De esta forma, el feminismo propone que este concepto vaya más allá de la solidaridad. La diferencia radica en que la solidaridad tiene que ver con un intercambio que mantiene las condiciones como están; mientras que la sororidad, tiene implícita la modificación de las relaciones entre mujeres. En resumidas cuentas, la sororidad se traduce en hermandad, confianza, fidelidad, apoyo y reconocimiento entre mujeres para construir un mundo diferente; percatarse que desde tiempos antiguos hay mujeres que trabajan para lograr relaciones sociales favorables para ellas y para nosotras, recordando siempre que todas somos diversas y diferentes.

Gracias por leer. Te comparto la siguiente “Carta a la sororidad”.

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