Durante la emergencia sanitaria, el video de un hombre con COVID-19 que se arroja del tercer piso del Hospital General de Tula demuestra, como pocos sucesos ocurridos en las últimas semanas, la desesperación y la impotencia en la que estamos sumidos, muchos todavía sin saberlo.

Debido a la distancia no se distingue con precisión, pero está desnudo y observa hacia abajo, intenta varios pasos. 

Permanece en la cornisa roja, su figura frente a la fachada blanca, entre dos ventanas. La voz no la podemos entender ya que el viento y el ruido ambiente alteran la grabación y llega hasta nosotros como una especie de lamento.

Del otro lado de la reja roja, un hombre que usa gorra, playera clara y pantalón obscuro, observa hacia arriba, levanta las manos, camina de un lado a otro, parece que trata de disuadirlo para que no se lance al vacío.

En algún momento, la persona que graba gira la cámara, dice: nadie está haciendo nada y enfoca a una patrulla estacionada a un costado de la carretera, se distinguen varios policías, un par de carros, un tráiler.

Y de repente ese barrido en la grabación para alcanzar a un cuerpo que cae extendido, entre un grito, siempre mirando hacia abajo, una rodilla ligeramente flexionada antes de impactarse contra el piso, un sonido seco, luego más gritos y alguien dice “está vivo”.

Para entonces, el video cambia de posición, logramos distinguir a más personas y a un hombre con bata blanca acompañado de otro que caminan hacia el cuerpo. 

Noticias surgen a una velocidad de vértigo durante la emergencia pero esa grabación de cinco minutos, de una persona momentos antes morir, que dio positivo a COVID-19, aunque su estado de salud no era grave y sería dada de alta en dos días, perdura en lo más duro de la pandemia.

“Los familiares gritan desesperados que se meta”, “que te metas tío”, le insistían. Ante ello, no podemos permanecer indiferentes, no debe quedar como una historia más de esta tragedia a la que, desgraciadamente, nos acostumbramos.

Impotencia, porque, como narra la persona que graba el incidente, los policías permanecen a la expectativa, sin saber qué hacer, cómo ayudar y actuar ante esa situación y, casi seguro, también legítimo, precavidos para evitar contagiarse.

Porque previamente el personal médico del hospital había reportado al paciente como desaparecido para luego encontrarlo en la cornisa antes de arrojarse. Incluso, agregó, no presentó ningún síntoma psiquiátrico o ansiedad.

Y desesperación ante la pandemia que avanza conforme pasa el tiempo: 48 decesos y 327 positivos a coronavirus en más del 50 por ciento de los municipios del estado, a unos días del punto crítico.

Ahora, pero ya, debemos estar conscientes que atravesamos tiempos difíciles y es necesaria la voluntad de todos, el aporte de cada integrante de la sociedad, para otra vez observar el horizonte. Y volvernos a encontrar y abrazar.

ACLARACIÓN           
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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