Los efectos del encierro son ya palpables no solo en el aburrimiento y la ansiedad de quienes acostumbran la vida en exteriores, de esto dan cuenta a diario las redes sociales; más importante aun es que el enclaustramiento ha recrudecido las condiciones de los que viven al día, los que dependen del dinero con el que lleguen a casa todas las noches. Al respecto, tan solo en Pachuca, Hidalgo, los últimos días se han manifestado ambulantes, mariachis, meseros y transportistas. Las calles vacías han vaciado también sus bolsillos y como las autoridades prevén peor escenario en días próximos, empiezan a tronarse los dedos por la incertidumbre.
El futuro próximo no es alentador por razones varias. Primero, la crisis sanitaria no hará sino crecer; escenario que no debe encaminar al pánico, sino a la responsabilidad social. Como se ha cansado de repetir el subsecretario López-Gatell, existe la oportunidad de mermar el impacto que el coronavirus cause en la sociedad mexicana. Reducir el número de contagios evitará que el deficiente sistema de salud que tenemos sea rebasado y sus recursos sean insuficientes para brindar atención a quienes así lo requieran. Conseguir dicha contención, sin embargo, traerá consigo la ampliación temporal de la contingencia, lo cual, como fichas de dominó, podría provocar más daño a la economía nacional si el gobierno no hace las adecuaciones fiscales pertinentes.
Estos escenarios no dejan espacio a dudas, la prioridad es la salud de todos y solo podrá ser protegida si los que podemos nos quedamos en casa y acatamos las medidas de prevención que rondan por todos los medios. No obstante, es también indispensable pensar desde ya en cómo recibiremos la sacudida económica que desde hace un par de semanas, al menos, padecen ya los que viven de jornada en jornada.
En este sentido, hace unos días el presidente anunció la conferencia en la que daría a conocer medidas económicas emergentes. Todos esperamos que hablara con detalle de la estrategia para apoyar a empresarios de todos tamaños y a los trabajadores en general; sin embargo, no fue sino otra mañanera en la que reiteró su respaldo a sectores vulnerables con socorros asistencialistas, lo cual no necesariamente es malo, pues estas personas son quienes requieren auxilio con mayor urgencia en tiempos aciagos.
Empero, olvidar al sector empresarial implica problemas diversos. El primero apareció apenas el tabasqueño terminó su discurso. La indiferencia hacia los hombres de negocios hizo tambalear otra vez la fragilidad del peso, que por estos días anda con el Jesús en la boca y con él, nosotros.
Además, si bien las grandes corporaciones tendrán mayor margen de planeación para lidiar con la crisis (aunque históricamente lo primero que echan por la borda para aligerar carga son trabajadores), son los micro, pequeños y medianos empresarios los que recibirán los golpes más fuertes si no reciben ayuda del Estado, y aunque Andrés Manuel ya anunció algunos créditos, de manera general se empeña en echar a todos al mismo saco sin comprender que miles y miles de empleados dependen de estas fuentes de empleo.
Afortunadamente gobernadores han echado a andar por su cuenta sus propias estrategias y varios han hablado ya de condonaciones fiscales, lo que hará respirar a algunos, pero que sin duda será insuficiente para soportar la crisis. Por esta razón es necesaria la intervención también de la ciudadanía para, una vez más, rescatarse así misma de la debacle y a pesar de incompetencias gubernamentales de muchos niveles.
Reiterados son los llamados a consumir local y contribuir a la economía de las personas que subsisten del comercio en pequeño. Esto será fundamental, pues el problema no se irá pronto y su tamaño dependerá, en alguna medida, de lo que decidamos hacer por nuestra cuenta.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
