El día de hoy les contaré la historia del Astro budista Rev Dr. T.K. Nakagaki, el monje que tiene la nada sencilla misión de devolverle el significado milenario de paz, éxito y prosperidad a la esvástica y derrotar -otra vez- al Tercer Reich.

Hoy en día Nakagaki es uno de los monjes budistas más influyentes de Estados Unidos aunque cuando llegó al continente americano y colocó en su templo una cruz gamada de crisantemos -esvástica pa” los cuates- para celebrar el cumpleaños de Buda sus compañeros se volvieron locos, el horror nazi había renacido por unos instantes.

Ese momento fue un punto de quiebre en su vida y también la última vez que utilizó el símbolo en occidente pero también el inicio de su cruzada.

La esvástica tenía cinco mil años en las culturas antiguas hasta que en 1920 Hitler la secuestró y volvió un símbolo del odio y superioridad racial. Bajo los 45 grados de inclinación que Hitler modificó al símbolo ancestral se encuentran más de seis millones de muertes entre 1935 y 1945. Ésta es la única diferencia visual entre las esvásticas de Tokio 2020 y el mal, entre la unión de la humanidad y el antisemitismo, entre el deporte y el horror nazi.

El choque cultural que representan unos Juegos Olímpicos es la victoria que Nakagaki buscaba en su odisea pues en Japón se discutió si la esvástica nipona “manji” sería modificada de los mapas, pues se utiliza para situar los templos budistas de todas las ciudades.

 

Dicha religión es profesada por 46 millones de personas solo en Japón y se decidió que deberían ser los extranjeros quienes se acostumbren a su visión. Así fue como la esvástica no fue incluida en la lista de símbolos que se modificarán para volver más comprensibles los mapas a los visitantes.

Y con justa razón pues desde épocas antes de Cristo el símbolo aparece a los pies de budas tallados en montañas al norte de la india, en la necrópolis de Koban, en la antigua ciudad de Troya (hoy Turquía), en las ruinas de Babilonia (Irak) e incluso en los ornamentos de la tribu Ashanti en Ghana.

Además, excavaciones arqueológicas indican que la esvástica estuvo en el continente americano desde antes de la llegada de Cristóbal Colón pues se ha encontrado estampada en vasijas, alfombras ropa y joyería de los nativos.

                         

También a mediados de los años 20 fue una marca comercial en Estados Unidos pues la marca más grande de sodas fabricó medallones de buena suerte con esa forma y la inscripción “Bebe Coca-Cola” en ella y los boy Scouts la imprimieron en postales, ropa o medallas al mérito.

Equipos deportivos la usaban para representar las cuatro eles: Love, Life, Light y Luck (amor, vida, luz y suerte). Así mismo fue muy común en la arquitectura de principios del siglo XX, por ejemplo, en el techo de la librería de la Universidad de Columbia en New York.

Cinco años después de apropiarse el símbolo, Hitler escribió un libro llamado “Mein Kampf” (mi lucha) en el describe el significado de la esvástica a 45 grados sobre su eje y como debía utilizarse: en color negro, sobre un círculo blanco y con fondo rojo (los colores de la antigua bandera del imperio alemán).

Ese estandarte de supremacía terminó colgado en todos los edificios de Alemania e incluso en Polonia, los Países Bajos, los alrededores de la Torre Eiffel y el Partenón de Grecia.

Hoy, a más de 70 años del fin de la segunda guerra mundial la cruz gamada sigue considerándose un símbolo obsceno en Occidente aunque para dos mil 300 millones de personas en Oriente (un tercio de la población mundial) representa paz, prosperidad y buena suerte.

La esvástica se queda en la simbología para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

ACLARACIÓN
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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