Hace casi 28 años se firmó el Tratado de Libre Comercio para Norte América, en el que Canadá, Estados Unidos y México participaron.
Duras críticas por parte de la creciente izquierda se llevó Carlos Salinas de Gortari, pues exponía a los riesgos del libre mercado a la economía nacional.
Hubo marchas, acusaciones de vender la soberanía e inclusive compararlo con López de Santa Ana, por ceder nuestro querido país a los vecinos del Norte.
Ante tales acusaciones, el gobierno federal de aquél entonces, evitó que formarán parte del convenio, sectores que exigían no ingresar, sino la protección total.
A casi 30 años, los sectores que evitaron formar parte del Tratado, como lo fue el primario, como es el agro, sufrieron poco avance y hoy peligra su supervivencia, al contrario, la manufactura, logró estar dentro de los 10 sectores de este tipo en el mundo, pues la competitividad, les obligó a mejorar día a día.
Tanto ha cambiado nuestro querido México, que hoy, un gobierno de izquierda, trabajó de manera ardua para generar la firma de un nuevo tratado (conocido ahora como el TMEC), para impulsar la economía mexicana.
Para nuestro infortunio, Estados Unidos de América, se encuentra en medio de una crisis política entre Republicanos y Demócratas, estos últimos han logrado el inicio de un juicio político en contra de su Presidente Donald Trump, y el próximo año tendrán elecciones.
En contra parte, nuestra Nación cayó en una recesión económica, al afrontar tres trimestres consecutivos con crecimiento cero, es decir, sin ganancia alguna para las inversiones y con una caída estrepitosa en el índice de confianza del consumidor, aunado al endurecimiento de las leyes tributarias y la penalización de conductas fiscales, hasta hablarse de un terrorismo en la materia.
Para nuestra mala fortuna, la crisis económica, no fue causada en realidad por factores externos, sino por la mala distribución del gasto público y la nula inversión en infraestructura.
Todos estos factores contribuyeron para que fuera México el urgido en reactivar la economía a través de un pacto económico con sus principales socios comerciales; sin embargo, aún al día de hoy y a pesar de haber apresurado los trámites ante nuestro Senado, en los Estados Unidos será en enero cuando quizá se ratifique él mismo.
Para nuestro país, lo que nos detenía era que nuestros vecinos del norte, pedían que inspectores nombrados por ellos, verificaran el cumplimiento del tratado en materia laboral, dentro de las empresas, lo que resultó indignante no sólo para el gobierno, sino para los empresarios mismos.
Nuestro Subsecretario “estrella” en la materia, Jesús Seade, viajó constantemente a Washington, de donde se desprendió un documento que se presentó ante el Senado mexicano para su ratificación y el mismo Presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que no era necesario leerlo por la confianza en tan distinguido funcionario.
Así, a ciegas, ante un Senado que tampoco se dio a la tarea de revisarlo y ante el impávido Secretario de Relaciones Exteriores (Marcelo Ebrard), el gobierno mexicano anunciaba con bombo y platillo el gran logro.
Tarde fue, que unos días después, especialistas en la materia se dieron a la tarea de leer “las letras pequeñas”, descubriendo que no sólo nos dejaron inspectores extranjeros, sino que además cualquier controversia se resolverá (a diferencia del primer tratado “TLCAN”) ante la Cámara de Comercio (no internacional), sino del mismísimo Estados Unidos, quienes serán socios, juez y parte.
Caro será el precio que pagaremos, pues si bien es cierto urge reactivar la economía, lo haremos en condiciones desiguales y en algunos casos adversas, pues no es el único rubro en donde “nos chamaquearon”, lo que nos deberá dejar como lección el no confiar, pero sobre todo, LEER ANTES DE FIRMAR.
No es la mejor noticia antes de la cena navideña, no obstante, te deseo que en compañía de tus seres queridos, tengas una noche llena de paz, amor y armonía.
Por hoy me despido, esperando tus comentarios.
Hasta la próxima.
