El aeropuerto Felipe Ángeles, ubicado en Santa Lucía, todo indica, será una realidad; el 17 de octubre coincidentemente el día del “culiacanazo” el presidente inició la construcción formal de la obra; menos de diez días después presentó sus incipientes avances, y se comprometió a informar quincenalmente sobre sus progresos.
En mayo, el Gobierno de México, junto con los del Edomex y de Hidalgo, firmaron un convenio para elaborar conjuntamente, el “Programa Territorial Operativo de la Zona Norte del Valle de México”, con el que buscan coordinar los proyectos de ordenamiento territorial y urbano en el polígono de la terminal aérea, conformado por los municipios mexiquenses de Jaltenco, Nextlalpan, Tecámac, Tonanitla, Tultepec y Zumpango, así como el municipio de Tizayuca.
Para los hidalguenses, si bien la terminal no se ubicará en Tizayuca, como se planteó hace algunos años, su construcción es, potencialmente, la mejor oportunidad que hemos tenido para impulsar el desarrollo del sur del Estado, incluyendo el de la zona metropolitana de Pachuca.
Desafortunadamente, a la fecha no conocemos los instrumentos de planeación que, en dado caso, permitirían coordinar las acciones necesarias para llevar servicios de calidad mundial a una zona que prácticamente no cuenta con ellos.
La construcción del aeropuerto esta en manos del Ejército. Perfecto. ¿Quién se va a hacer cargo de proveer servicios públicos como agua, caminos, electrificación, y transportación, por mencionar algunos? ¿Cómo va a atraerse la inversión para construir la infraestructura de servicios de hospedaje, aduanales y logísticos que acompañan a un aeropuerto? Y lo más importante para Hidalgo, ¿Qué lugar ocupará Tizayuca en este programa de desarrollo? ¿Será sede de importantes inversiones, o se convertirá en una especie de “patio trasero” de esta obra?
Estas preguntas tendrían respuesta si el plan maestro del aeropuerto y sus correspondientes planes parciales estuvieran disponibles; pero no lo están, y es posible que ni siquiera existan, lo cual resulta muy preocupante dado que ya se están construyendo las pistas, sin que tengamos pistas sobre lo que será construido a su alrededor.
Lo que sí sabemos es que, en su arranque, el aeropuerto Felipe Ángeles ha tenido una fría recepción, por decir lo menos.
Después de que los amparos del colectivo #nomasderroches fueran desechados, el Gobierno de México ahora enfrenta los que fueron interpuestos por comunidades originarias de Nextlalpan, Tecámac y Zumpango.
Su alegato no es menor. El abastecimiento de agua del Felipe Ángeles dependerá de la cuenca Cuautitlán-Pachuca, la cual provee agua al norte de la Ciudad de México, a 35 municipios mexiquenses, incluyendo a Ecatepec, así como a 13 municipios de nuestro Estado. Su nivel de sobreexplotación es considerable, y los vecinos de Santa Lucía temen, con razón, que el aeropuerto va a agudizar la crisis hídrica de la región.
Por si esto fuera poco, inmediatamente después de que el presidente López Obrador presumió el trazado de la pista del aeropuerto, cuatro de las principales aerolíneas latinoamericanas Aeroméxico, Avianca, COPA y LATAM rechazaron operar en esa terminal, y el presidente de LATAM criticó la decisión presidencial. Es de esperarse que aerolíneas de Norteamérica y Europa asuman posturas similares.
El Gobierno de México asegura que el Felipe Ángeles despegará en el año 2022. La IATA, máximo órgano regulador mundial en materia de aviación comercial, expresó serias dudas sobre la factibilidad de esta fecha.
Es positivo que el aeropuerto avance; sin embargo, lo está haciendo a marchas forzadas, y sin la confianza de la comunidad aeronáutica internacional; nada de ello es promisorio. Sus desafíos están en el aire& y también en tierra.
Ojalá que haber arrancado el día del “culiacanazo” solo sea coincidencia y no una premonición del futuro que espera al proyecto de infraestructura emblemático de la Cuarta Transformación.
