El meme tiene dos partes, arriba, Greta Thunberg sobre una embarcación; abajo, un niño carga una cubeta en lo que parece ser un sembradío. El fondo del chiste es una crítica hacia la posición social de la joven sueca de 16 años quien hace unos días tundió a los líderes mundiales en la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas al señalar su hipocresía ante la emergencia climática que tiene en jaque a la humanidad toda y las especies con las que compartimos la Tierra, la cual nos va a sobrevivir sin problemas.
El problema para los que señalaron a la joven nórdica es que su discurso se debilita o es hasta contradictorio al emitirlo desde el privilegio. ¿Cómo pudo la voracidad de los liderazgos mundiales (políticos y económicos) robarle la infancia a una pequeña que viaja en embarcaciones y se pasea por el mundo regañando gobiernos y organizaciones? ¿Cómo puede una adolescente tener acceso a las grandes tribunas mundiales para emitir su discurso? ¿Quién respalda e incluso redacta las palabras que la han vuelto uno de los centros de atención en redes sociales?
Por un lado, considero pertinentes los anteriores cuestionamientos para comprender un fenómeno complejo. Entender que los escenarios principales están reservados para la élite social y política y que sus discursos suelen responder a intereses particulares que no necesariamente deben ser considerados como los villanos en caricatura del sábado.
Además, sería conveniente que nos preguntemos ¿por qué Greta? ¿Cuáles son las condiciones que la han vuelto el principal centro de atención en la agenda ambientalista? No solo en los principales foros internacionales, sino también en las conversaciones de oficina, la sobremesa o las trincheras de Twitter, que suelen ser harto salvajes. ¿Cuáles son las condiciones que la diferencian de otros ambientalistas cuyos casos, incluso de asesinatos (como ocurrió con Samir Flores que se oponía a la construcción de una termoeléctrica en Morelos), no tienen el alcance mediático ni de interés generado por la sueca?
No obstante lo anterior, pienso indispensable también evitar la descalificación del reclamo, por demás legítimo, que Thunberg hace ante la crisis ambiental que se cierne especialmente sobre las comunidades más vulnerables en cualquier parte del mundo. En México, por ejemplo, donde 14 ambientalistas fueron asesinados durante 2018 principalmente por la defensa de localidades rurales despojadas de los recursos elementales para la subsistencia.
Enfatizar y reclamar la posición social y económica de la joven sueca difumina un señalamiento necesario y extravía el tema principal entre la discusión sobre si tiene derecho o no a levantar la voz en defensa del medio ambiente, lo cual me parece un debate estéril. ¡Vaya!, la crisis ambiental pasó a segundo plano ante el debate sobre si los gestos de Greta son parte de una elaborada puesta en escena.
Mientras tanto, los siempre avezados legisladores mexicanos ya vieron la oportunidad de sacar provecho al tema tendencia y ya ofrecieron a la famosa europea la tribuna del Senado de la República para que venga a regañarnos por las deplorables condiciones en que tenemos al país que posee 10 por ciento de la diversidad mundial.
Los senadores habrían de tomar en cuenta lo que Greta Thunberg dijo con anterioridad a congresistas de Estados Unidos: “No nos inviten aquí para decirnos lo inspiradores que somos sin hacer nada al respecto, porque eso no conduce a nada. Por favor, guarden sus elogios. No los queremos”. Aunque supongo que los representantes del Legislativo mexicano tienen pensado alguna otra cosa además de aplaudir y tomarse foto con uno de los personajes del momento, ¿o no?
LA DEL ESTRIBO
Con 24 votos a favor y 10 en contra fue aprobada la iniciativa para despenalizar el aborto por cualquier motivo antes de las 12 semanas de gestación en Oaxaca, que se convirtió en la segunda entidad mexicana en conseguirlo después de la capital del país. Un triunfo para la sociedad oaxaqueña y una oportunidad para que el movimiento verde avance en otros estados en los que aún discuten el tema.
