La semana pasada platicamos acerca de dos frases importantes: Origen es destino, y educación es cambio. Platicamos sobre lo inútil que resulta para esta generación el viejo cuento de que si nos esforzábamos mucho y trabajábamos duro a lo largo de la vida, tendríamos éxito y felicidad, y concluimos con dos elementos importantes, que podrían ayudar a la construcción de una vida más justa para millones de jóvenes; me refiero a la utilidad de la educación, y particularmente de la educación universitaria. Pero para entender estos hechos, hay que entender primero, cómo ha evolucionado la educación de nuestros días, y cómo ha estado ligada al desarrollo económico.
La mayor parte de la historia antigua, la educación fue un privilegio de unos cuantos, nobles, clérigos y ricos. Fue hace poco más de 250 años, que Rousseau escribió el primer tratado moderno sobre educación. Era un tratado moral novelado, el personaje central era Emilio, y el discurrir del tratado es un análisis, de lo que a juicio de Rousseau, y de muchos de sus contemporáneos debería de constituir la educación: La formación de un miembro respetable y valioso para la sociedad.
Era un modelo adecuado a cómo se entendía la vida y la sociedad en el siglo XVIII. En ese espacio de la historia, la vida era definida como un conjunto organizado de células (recién descubiertas en aquel entonces). A los pensadores se les daba pensar que así, como células, los seres humanos formábamos el tejido de la sociedad, y debíamos ser educados para ello. Células en el tejido social. Ladrillos en la pared en la letra de Pink Floyd. En esos momentos la sociedad buscaba eso, personas que se alinearan perfectamente al lugar de la sociedad que les correspondía. Y había lugar para todos, desde la persona que tenia la instrucción básica y podía leer, y tener nociones de aritmética, hasta el erudito que en tendía el qué, el por qué y el para qué del mundo.
Había un lugar para cada quien, porque el mundo trabajaba en sí mismo para convertirse en un paraíso de homogeneidad. Queríamos ser semejantes todos, tener un mismo sueño, y trabajar denodadamente para alcanzarlo. Así nació el sueño de las clases medias, el “Dulce sueño americano” el sueño del retiro, los años dorados, y más cosas que retrató la Mass Media durante un par de siglos.
Pero todos sabemos que esos sueños solo pudieron vivirlos unos cuantos, que se terminaron y que hoy demuestran su inviabilidad, con solo ser contados.
El mundo lleva años discutiendo sobre economía, y seguramente mantenga esa discusión muchos años más. Sin embargo es muy importante que entendamos cuál ha sido el resultado de las discusiones de los últimos 50 años: una caída en el nivel y condiciones de vida de los habitantes del mundo entero, un enriquecimiento siniestro de las élites políticas y empresariales, escandalosos casos de corrupción y una dominante plutocracia mundial.
Sin embargo, la discusión que debería estar sobre la mesa, como el centro de nuestros esfuerzos, no es la economía. Es la educación. La situación económica de un pueblo es el resultado de su forma de pensar y de su forma de vivir. Y ese vivir y ese pensar son fruto de la educación que han recibido.
En nuestros días hay pocas discusiones relacionadas con la educación sobre la mesa. algunas son vigentes, algunas no. Algunas sirven al gobierno en turno, otras a su oposición. Estas discusiones sirven al poder, otras son promovidas por sus detractores. Así es, y así ha sido siempre. Y probablemente así siga siendo. Pero hay por lo menos dos discusiones que van a definir lo que pasará con nuestra sociedad en los próximos años.
La primera de ellas, tiene que ver con lo que sucede en casi todo el mundo. Los niveles educativos han caído constantemente en los últimos 30 años. Más estudiantes matriculados, más horas en la escuela, más presupuesto, y en todos los casos, educación más deficiente.
Todos conocemos algún caso anecdótico aquí en México. Tenemos grados profesionales que no están acompañados de un profesional, es decir, el documento oficial que ostentan, no corresponde a las habilidades, a las destrezas, a los conocimientos o a las capacidades que se esperarían del profesional. El licenciado que no sabe hacer un currículum, el maestro que no está situado en su realidad, el doctorado que no comprende su materia.
Usualmente, los profesores de primaria culpan a la crianza del hogar. Los de secundaria a los de la primaria. Los de bachillerato a los de básica. Los de universidad a los de bachillerato. Y el ridículo continúa. Si. El ridículo. Cualquiera que tenga dos dedos de frente entendería que culpabilizar no resuelve ningún problema en ningún lado, y que en todo caso, corresponde responsabilizarse, en lugar de responsabilizar.
De acuerdo a estudios realizados por el Banco Mundial, la OCDE, o la ONU, el ambiente es el mismo para la mayor parte de los estudiantes del mundo pobre. La educación, no está cumpliendo su deber. La educación que los alumnos reciben, no les ofrecerá las herramientas necesarias para resolver los problemas que representan su existencia, mucho menos su desarrollo. En pocas palabras. La educación no sacará de pobres a las personas pobres, precisamente porque es una educación pobre.
¿Cuál es el problema de fondo? Son dos. El primer problema de fondo somos los educadores.
Somos una generación de irresponsables. De cómodos. De políticamente correctos. Una generación sin vocación, donde menos del 10% de los Maestros en funciones, tenía como sueño, como proyecto de vida el dedicarse a la docencia. Y con esos pocos principios pretendemos que vamos a educar. Somos una generación sin filosofía, o con muy poca filosofía.
El segundo problema de fondo es el paradigma del sistema educativo.
Me explico: Cuando se editó “Emilio” de Juan Jacobo Rousseau, la sociedad necesitaba encontrar un paradigma que guiara al sistema educativo. Ese paradigma fue una educación física, intelectual y moral, que lograra modelar a un miembro ideal de la sociedad. Un ladrillo para construir (o para formar muros).
Occidente entero se volcó hacia esta idea: Formar al ciudadano que cada país necesita. Y durante algún tiempo, funcionó. Pero ya no funciona más, y lo más probable es que esa misma fórmula no vuelva a funcionar nunca más.
Está de más decir que los gobiernos de todos los lugares abusaron de la formula. Que las escuelas fueron centros de adoctrinamiento temprano de las juventudes de Hitler, o de los camisas negras de Mussolini. Que en México fue cambiando a ocurrencias de cada secretario de Educación, o que en EEUU formó pandilleros de excelencia.
Ese sistema se agotó. Y se agotó porque no existe una filosofía de la educación que lo soporte.
Al comienzo de estas líneas decía que existen dos grandes discusiones sobre la mesa. La primera de ellas fue que la educación ha tenido una caída constante en su calidad durante casi 30 años. La segunda gran discusión es más peligrosa y más oscura. Y es que ser educado, está fuera de moda. Si.
Pensemos en la cantidad de información que recibe un joven de 18 años. Hoy, pasará mirando una pantalla, (de cualquier tipo y tamaño) cerca de 6 horas. Durante ese tiempo mirará al presidente de EEUU vociferar, a algún youtuber hacer el ridículo, muy probablemente mirará algo de porno, y verá a alguna persona que voluntaria o involuntariamente está haciendo reír a los internautas.
6 horas mirando una pantalla. Y nadie, o casi nadie de las personas que miró son personas educadas, o que le demuestren que tener educación es útil.
Por el contrario. Tal pareciera que ser ignorante, ser emotivo en lugar de racional, ser vulgar, es algo bastante de moda. Menudo problema. Por supuesto, no hay ninguna filosofía alrededor de los medios, de los youtubers o del presidente de EEUU. El problema es que cada actor sigue su propia agenda (si es que la tiene) y el único fin es el económico. ¿Qué educación podría preparar a los jóvenes para este mundo? La educación que esté diseñada para ello.
Comencé hablando de la definición de vida, de la definición del sigo XVIII. En realidad, hace unos pocos años, esta definición vivió una extraordinaria revolución. Humberto Maturana, el biólogo chileno admirado por premios Nobel, Re-definió la vida, explicando que Según su teoría, todo ser vivo es un sistema cerrado que está continuamente creándose a sí mismo y, por lo tanto, reparándose, manteniéndose y modificándose.
Y hoy deberíamos asumir este principio filosófico, y sus implicaciones sociales y culturales, para replantearnos qué es la Educación.
Educación es cambio. Cambio es vida. Luego entonces, Educación es Vida. Tras una vida en el aula eso es lo más importante que he aprendido en 20 años de dar clases. Pero el cambio, tiene un esqueleto que le sostiene y le articula. Y ese esqueleto se llama Filosofía, y de eso platicaremos la próxima semana: Filosofía y Economía.
José Luis Ramos Ortigoza.
José Luis es profesor de Economía de la Universidad Iberomexicana de Hidalgo, ha sido columnista y conductor de programas de Radio y ha participado en distintos programas de Televisión, es conferencista y consultor en temas económicos, administrativos y de Desarrollo humano. Lo encuentras en Facebook por su nombre.
