El gobierno de la Ciudad de México, encabezado por Claudia Sheinbaum, implementó con carácter inmediato el uniforme neutro en escuelas públicas de la capital del país. La medida consiste en que, con la finalidad de brindar mayor comodidad a estudiantes, tendrán la posibilidad de elegir entre vestir falda o pantalón. 

Ante esto, el representante de la Asociación de Padres de Familia de Hidalgo, Manuel López, consideró que la propuesta es una “ocurrencia” y rechazó su aplicación en la entidad (aunque dijo que respetaría la decisión de las autoridades en caso de que adopten la iniciativa) con el argumento, entre otros, de que “tampoco estamos en condiciones de querer cambiar algo que se ha manejado toda la vida, la manera de vestir de la gente”.

Esta noción de que las personas vestido siempre de la misma manera, a pesar de ser flagrantemente equivocada o todavía andaríamos por la calle a la usanza prehistórica, prehispánica o tal vez colonial, es muy común. Asimismo es frecuente la idea de que las diferencias entre los guardarropas de hombres y mujeres han sido siempre las mismas tanto en colores como en estilos y tipos de prendas. 

En este sentido, las faldas, verbigracia, son consideradas la prenda femenina por antonomasia, al menos en este y seguramente en muchos otros países, aun cuando históricamente han sido utilizadas por varones en distintas épocas y geografías. Lo que igual ocurre con los zapatos de tacón, que fueron inventados en medio oriente para practicidad de los jinetes y adoptado posteriormente por hombres de la nobleza europea que gustaban de sentirse por encima de los simples mortales, incluso aunque fuera solo por los diez centímetros del tacón. Otro ejemplo es el pantalón, cuya diversificación de género nos es bastante más cercana, pero parecen no recordarla. 

No obstante lo anterior, el principal motivo de las ronchas que la propuesta capitalina ha generado entre los más conservadores habitantes esta tierra maicera, es el temor de que a sus hijos los obliguen a vestir faldones fabulosos que hagan tambalear su bien inculcada masculinidad mexicana sacada de las películas de Pedro Infante.

Sin embargo, estas enardecidas reacciones pasan por alto cuestiones bastante más trascendentes que el presunto atentado contra la moral y las buenas costumbres del México del siglo XIX. 

Primero, considero grave que las respuestas a la iniciativa se focalicen en la posibilidad de que a un alumno le venga en gana ir de falda a la escuela y se soslaye lo que representa para las mujeres, pues reglamentar la autorización de elección en las prendas les brinda por fin una libertad de la que carecían en esos espacios, pues no obstante las condiciones, en muchas escuelas era obligación que vistieran la falda del uniforme.   

Además del fastidio durante la época de frío, cuando si bien les iba les permitían el uso de mallas, recuerdo muchos otros problemas que tenían durante las horas de clase, desde la incomodidad al momento de participar en los juegos con compañeros y amigos, hasta el acoso del que eran objeto no solo por parte de otros estudiantes, sino también de profesores y extraños que permanecían fuera de los planteles para acosarlas.

Muchos de los comentarios en contra también señalan la insignificancia de la propuesta pues consideran que el uso de una prenda carece de impacto alguno en los estudiantes y en la sociedad (salvo por el apocalipsis que supone el desmoronamiento de los valores nacionales que ya mencioné); sin embargo, la posibilidad de normalizar el uso unisex de una prenda como la falda, puede ser una aparte (tal vez pequeña pero parte al fin) de la lucha por desaparecer las distinciones de género que están construidas sobre la noción base de que las mujeres, más que diferentes, son inferiores. 

Los detractores no están molestos porque a las estudiantes se les permita usar pantalón, pues parece que tal cosa, o bien ya fue superada como reclamo social y adoptado como costumbre, o consideran que la feminidad no es amenazada por un pedazo de tela. No, los enojados lo están porque la masculinidad, y con ella los valores, sí está en riesgo porque los alumnos traigan los chamorros al aire.

Por ahora la discusión permanece y en el caso de Hidalgo y otros estados aún en el plano del quizá, pero aguas, mis asustados conservadores, que la jefa de gobierno capitalina ya anunció que buscarán permitir también la libertad de cabellera; lo cual, para mí y muchos otros llega demasiado tarde, pues la opción de tener una larga y rebelde melena ahora que podemos en la vida adulta, ha desaparecido de a poco y con los años en los mechones que se quedaron en la almohada al despertar.

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