Corría diciembre del año 2000 y México vivía un cambio de partido y de oferta política para gobernar el país, Vicente Fox iniciaba su gobierno.
 
La euforia de muchos mexicanos era grande, pues después de muchas décadas, un partido distinto llegaba al poder.
 
En lo personal y desde la cátedra, recuerdo bien largas charlas con pares académicos y jóvenes de aquella época, en donde un servidor era blanco de duros escarnios por mi atrevimiento a la crítica a un personaje con tan alta popularidad, pero sin preparación ni experiencia probada en la administración pública.
 
Recuerdo su estilo abierto, simpático y afable para expresar sus ideas, de igual manera recuerdo sus múltiples equivocaciones y como su vocero presidencial se dedicaba a explicarle al pueblo lo que “en realidad quiso decir”.
 
Gobierno, sin duda alguna, de buena fe, creando súper coordinaciones para a su vez ordenar a los Secretarios de Estado, sin respetar la Ley Orgánica de aquellos tiempos; por lo que sucumbió ante un legislativo que no era de su partido de origen.
 
Con todos los errores, exceso en contratación de jóvenes de escuelas particulares sin experiencia alguna y grandes sueldos, tuvo la fortuna de que gobernadores y legisladores mediaban para evitar el ejercicio del poder soberano mexicano en manos de una sola persona.
 
Así, entre aciertos y desaciertos, transcurrió su gobierno y por muchos años tuvo grandes defensores de su persona, pues su imagen fue un icono en aquella década.
 
Hoy, la mayoría de los mexicanos deseamos que el actual Presidente de la República, tome las mejores decisiones, pues de ello dependemos los mexicanos.
 
El panorama pareciera de inicio, similar al del año 2000, pues hemos visto en poco tiempo, decisiones inclusive en contra de las Leyes, como consultas populares en contra del mandato constitucional o adquisiciones de bienes a extranjeros, sin mediar licitación alguna.
 
La gran diferencia, sea para bien o para mal, es que hoy no hay contra peso en el legislativo y el judicial empieza a ceder a la presión del ejecutivo federal; hoy después de muchos años, el poder supremo del país, recae en una sola persona, sin verdaderos contra pesos.
 
Si el Presidente en turno toma las mejores decisiones, seguramente México crecerá como nunca en la historia, pues no habrá poder humano que contravenga dichas decisiones, en caso contrario, estaremos condenados a perder la oportunidad de integrarnos como potencia a un mundo globalizado.
 
Hay muchos casos en que las personas con experiencia dan mejores resultados que las personas que ostentan un título profesional o de posgrado, sin embargo para administrar un país, se requieren conocimientos técnicos que se adquieren en instituciones de educación especializadas.
 
Para que nuestro Presidente de México tome las mejores decisiones, primero deberá allegarse de los mejores expertos, para que sus decisiones, sean orientadas y con las voces de especialistas que coadyuven en proyectos sustentados, más allá de las ocurrencias.
 
En pocos días hemos sido testigos de nombramientos y propuestas de gente sin el conocimiento, el perfil ni la experiencia para estar al frente del gobierno; esperemos ese camino se enmiende, de lo contrario las decisiones que se tomen, serán de muy buena fe, pero catastróficas para México.
 
Por hoy me despido, esperando tus comentarios.
 
Hasta la próxima.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *