Los cambiaron por oro los españoles. Les dijeron objetos malditos los puritanos. En el Arte, los hay mágicos, embrujados y asesinos, perversos y voluntariosos; homicidas incluso, y aún así,  todos tuvimos hoy uno a la mano, o al frente.
 
Son uno de los objetos más usado en el mundo. El invento de inventos. Si, pocas cosas tan icónicas como los espejos. Ese maravilloso, u odioso, pero nunca desapercibido reflejo, es el que nos muestra un poco lo que somos, y nos recuerda un mucho lo que creemos que somos.
 
Nuestra anatomía nos impide mirarnos completos. Mirar nuestro rostro, descubrir los gestos familiares en nosotros mismos. Solo a través de la mirada al espejo podemos darnos un atisbo de nosotros mismos. Quizá por ello la fascinación. Por ello pocas personas pueden evadirse de mirarse en un espejo. Por ello vanidosamente nos acomodamos el cabello, o la ropa frente a cualquier superficie reflejante. Queremos creer que nos vemos como queremos vernos.
 
Los griegos fueron los primeros en detenerse a observar la potente forma que tienen de obsesionarnos, de alienarnos, de drogarnos con su reflejo. Ellos, los griegos, crearon el mito de Narciso para recordarnos siempre su peligrosidad, si no se saben el mito, haré un breve recuento.
 
Narciso era un joven de una apariencia hermosa. Las doncellas se enamoraban de él, pero él las rechazaba. Entre las jóvenes flechadas por su amor estaba la ninfa Eco, quien estaba condenada a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera. Por tanto, era incapaz de hablarle a Narciso para obtener su amor.
 
Un día, cuando Narciso estaba caminando por el bosque, tuvo la sensación de que alguien lo observaba, con temor preguntó: ¿Hay alguien aquí? A lo que la ninfa Eco respondió: ¨Aquí, aquí¨. Incapaz de verla oculta en el bosque, Narciso le gritó: ¡Ven conmigo!. Después de responder, la hermosa ninfa Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó su voz.
 
Para castigar a Narciso por ser grosero y engreído, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, obsesiva y delirante, incapaz de separarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas mientras trataba de admirarse más de cerca. Según el mito, en el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria del personaje: el Narciso.
 
Es difícil extraer la sabiduría de los mitos. Lo es, fundamentalmente, porque fueron construidos en un marco cultural diferente al nuestro, en un contexto que a nosotros, hoy, nos cuesta mucho asimilar. Sin embargo este mito en particular nos deja varios temas sobre la mesa, con una relativa facilidad de digerir. En primer lugar, la idea de la belleza propia, nos vuelve vanos y vanidosos, engreídos y muy pagados de nosotros mismos. En segundo lugar, la autocontemplación, la mirada fija en nosotros mismos ocasiona desvaríos y demencias de proporciones mortíferas.
 
Es probable que Sigmund Freud haya visto las inmensas proporciones de este actuar, y haya observado también la gran cantidad de personas que se regían por estas ideas. Tanto, que introdujo en su obra este comportamiento con el nombre de narcisismo, refiriéndose a un conjunto de características mentales que llevan a una persona a tener un excesivo  amor y admiración por si mismo, en que el sujeto sobrestima sus características, sus habilidades y su naturaleza y tiene una necesidad excesiva de admiración y afirmación.
 
Si ya te lo imaginaste , lector, es una narcisista por excelencia la bruja de Blancanieves; contemplándose en el espejo, necesita escuchar que es la más bella, la más hermosa, la única. Y cuando el espejo no le devuelve esta idea, rompe en furia, con el espejo y con el mundo, buscando un desenlace trágico, no en contra de ella, como en el mito griego, si no en contra de quien le rivaliza en belleza. La tragedia ya no es consigo misma, ahora es con alguien más, que nada tiene que ver con el espejo.
 
Esa es la otra faceta del narcisismo. Es autodestructivo, si, pero también es destructivo de los demás, de la otredad, de los que representan un riesgo a la imagen de perfección que el narcisista se ha creado.
 
Pero los espejos no siempre son superficies pulidas mi querido lector. Nuestros espejos son también personas. Nuestro amigo es nuestro amigo porque nos gusta el reflejo de nosotros mismos que encontramos en él. Nuestra pareja es nuestra pareja, porque nos fascina la imagen de nosotros mismos que vemos en sus palabras y en sus actos. Nuestros padres y nuestros hermanos, son dóciles espejos donde nos miramos, mientras ellos se miran en nosotros.
 
Nuestra visión, tanto física como psicológica, no nos permite ver nuestras imperfecciones. Por ello amamos los espejos benévolos, las personas que miran a más detalle nuestras características agradables, nuestros mejores planos. Por ello también, nos sentimos perdidos cuando alguien mira la monstruosa verdad, amplificando los defectos que hemos querido guardar, revelando los secretos y capturando los desatinos. Las canas que miramos, la arruga que no estaba allí, el defecto que nos empeñamos en esconder.
 
Nunca hubo tanto narcisismo en una sociedad como el que hay en la nuestra. Todos traemos un espejo en la mano, se llama Smartphone. Nos encanta mirarnos en ese espejo que embellece, de hecho, conscientemente bajamos aplicaciones embellecedoras, para subirlas a la pasarela de las redes sociales, e imaginarnos que somos mucho más bellos y deseables de lo que realmente somos. Colocamos allí, para ver constantemente, aquello que más amamos. ¿A cuántas personas conoces, que en su espejo amplificador tienen de fondo una foto de si mismos? Si. Narciso los ha besado. El tema favorito del ególatra, es por supuesto el mismo ególatra.

¿Cómo reconocer a un narcisista y cómo entender que su conducta ya es patológica?

Por fortuna para responder a preguntas como esta, las ciencia psicológica ha avanzado lo suficiente como para establecer un conjunto de conductas y actitudes que son de cierta manera fáciles de reconocer. Se trata de los Manuales de Diagnóstico, según el último de ellos, podemos afirmar que una persona tiene un trastorno narcisista cuando:

1. Tienen un sentido grandioso de su propia importancia, su persona es más importante que ninguna otra persona, y por lo tanto, todos los demás son prescindibles, así un narcisista puede prescindir de sus relaciones con sus hermanos, sus padres, sus hijos y sus parejas, si ellos no apoyan este sentido de grandiosidad que se profesan a si mismos.
 
2. Los absorben fantasías de éxito ilimitado, riqueza, poder, brillantez, belleza, o amor ideal, y trabajan denodadamente por esas fantasías. Usualmente se miran como personas esforzadas, aunque en realidad estén obsesionados.
 
3. Se consideran especiales y únicos: sólo pueden ser comprendidos por, y sólo deberían asociarse con, otras personas especiales o de alto estatus.
 
4. Requieren excesiva admiración. Este un síntoma que denota una baja autoestima y una gran preocupación por cómo son vistos por los demás.
 
5. Tienen un sentido exagerado y no equitativo de sus propios derechos. Piensa que se le debe todo. Tiene un sentido de “categoría” con irrazonables expectativas de un trato especialmente favorable o de una aceptación automática de sus deseos. Por supuesto, el narcisista piensa que tiene unos derechos “superiores” a los del resto de las personas con las que convive, lo que se permite a si mismo, jamás se lo permitiría a nadie más.
 
6. En sus relaciones interpersonales son dominantes. Se aprovechan de los demás para conseguir sus propios fines, y esperan que se les dé todo lo que deseen, pues están solamente interesados en su bienestar.
 
7. Carecen de empatía y son reacios a reconocer o identificar las necesidades y sentimientos de los demás.
 
8. Muestra actitudes y comportamientos arrogantes y altivos o prepotentes.

 Si. Si lo has pensado tienes razón. Esta es la época del narcisismo, de un narcisismo social que ha llegado a todos los lugares y que permea los grandes fenómenos de esta sociedad.
 
¿Por qué alguien se da permiso de romper todos los códigos morales y delinquir abiertamente? Ya sea perforando un ducto de combustible o dándole agua en lugar de quimioterapia a un niño; Si, por narcisismo.
 
¿Por qué alguien juzga al mundo con una vara con la que jamás sería capaz de juzgarse a si mismo? Ya sea en sus opiniones de moral o de política, de trabajo o de emprendimiento; Si, por narcisismo.
 
¿Por qué las personas se pueden burlar de la desgracia ajena, ausentes de cualquier atisbo de empatía o de respeto al dolor de la otredad? Si, por narcisismo.
 
Así es que, amigo lector, después de estas líneas no me queda más que decirte, que para alejarnos de la autodestrucción personal y social, pienso, que más vale mirar al frente, que perdernos mirándonos a nosotros mismos.
 
Contemplativamente, y tratando de mirar al frente: José Luis Ramos Ortigoza.
 
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