“Singapur permanecerá limpia y honesta sólo si gente honesta y capaz está dispuesta a luchar en las elecciones para llegar a los puestos de Gobierno. Ellos deben recibir un salario de acuerdo con lo que personas de sus habilidades y su integridad gana por administrar una gran corporación o un despacho legal o cualquier otra práctica profesional… Si les pagamos menos a profesionales de calidad como ministros, no podemos esperar que duren mucho en su puesto, ganando una fracción de lo que obtendrían fuera. Con el gran crecimiento económico y mayores utilidades en el sector privado, los salarios de los ministros deben equipararse a los de sus pares en el sector privado. Ministros mal pagados y funcionarios públicos han arruinado muchos gobiernos en Asia.

La remuneración adecuada es vital para los altos estándares de probidad de los líderes políticos y altos funcionarios”. Lee Kuan Yew. ( Fundador de Singapur).

El resultado de pagar muy bien a los líderes políticos y altos funcionarios de Singapur tiene como resultado la nación más próspera de Asia. Desde el Tercer Mundo que habitaban después de su independencia en 1959, hasta su ubicación en la liga de los países más educados, desarrollados y ricos del mundo, Singapur tuvo a un visionario que convierte a su país en la empresa-nación más exitosa después de Suiza y los países escandinavos. En pocos años superó al Imperio Británico, del que se desprendió como colonia.

La cita de Lee es extensa, demasiado larga para iniciar una columna, pero importante para dejarla pasar de lado cuando en México tomamos el camino contrario: el desprecio al talento en el sector público y la irracional ley de comprimir el ingreso de quienes llevan las riendas del Gobierno.

Como en Singapur emparejaban los salarios de los ministros y los altos funcionarios a los directivos de las grandes empresas, no tardaron en recibir grandes remuneraciones. Un ministro gana unos 2.5 millones de pesos mensuales y los profesionistas que hacen carrera en el Gobierno sólo se preocupan de dar resultados. Todo consiste en cumplir metas. La limpieza y honestidad de los servidores públicos se equipara a los del Primer Mundo.

Aquí se manda insultar a los jueces y magistrados porque ganan muy bien, se marcan líneas de igualdad absurdas y el Presidente se fija un sueldo ridículo para su responsabilidad e investidura.

La gente está dispuesta a pagar cientos de millones de dólares a un boxeador o no le importa que un futbolista se valore en cientos de millones de pesos, pero se traga enterita la historia de que los funcionarios públicos deben ser como monjes cartujos. Todo porque presuntamente Benito Juárez era austero.

El resultado será un desastre, una tragedia en el desmantelamiento de la inteligencia y el talento dentro del Gobierno. Nomás imagine a Carlos Urzúa, quien lleva toda la carga de las broncas de Hacienda. Él gana la veinteava parte de un mediocampista del América. Ridículo.

Pero hoy es un día para olvidar todo eso y celebrar lo mejor del año: la Noche Buena. Tiempo de la esperanza y del nacimiento de nuestra cultura cristiana, donde el amor prevalece sobre todas las cosas, donde la familia encuentra el cobijo y la dulzura de reunirse en torno a un niño-Dios. Aparejada al amor, esperamos que la razón también llegue a nuestros gobernantes, aunque sea por milagro.

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