Hay dudas sobre si María Antonieta realmente profirió la frase sobre los pasteles. Si no conocen la historia, o si no la recuerdan bien, les hago una breve introducción; Cuenta la leyenda que cuando las turbas de pobres (que gastaban hasta la mitad de su salario en comida) llegaron a la entrada del palacio de Versalles, para manifestarse ante el Rey, la Reyna Consorte preguntó ¿Qué les alteraba? -Tienen hambre-, obtuvo por respuesta. ¿Por qué tienen hambre? Preguntó, y a ello,  le contestó una cortesana, -no tienen pan-. ¿No tienen pan? Habría dicho María Antonieta, -¡Pues que coman pasteles!-.
 
Ridículo infame, e infamante. Mitad historia, mitad leyenda. Pero la frase quedó inmortalizada y se le recuerda en alusión a la inconciencia de las élites. A su falta de comprensión de la realidad de las masas. A sus opiniones juiciosas, sin la mínima conciencia de lo que juzgan. Al final, esta frase, que pudo haber dicho o no María Antonieta, sirvió para alimentar el rencor social, del pueblo y de la turba, y a que María Antonieta muriera decapitada.
 
Sería maravilloso que pudieran ver la película María de María Antonieta, dirigida por Sofía Coppola: una interpretación digan de nuestro tiempo de la vida de la legendaria reina adolescente de Francia, María Antonieta. Prometida al rey Luis XVI ( representado por Jason Schwartzman), la ingenua María Antonieta (magistral actuación de Kirsten Dunst) es arrojada a la edad de 14 años a la opulenta corte francesa, plagada de conspiraciones y escándalos. Sola, sin guía y desorientada en un mundo peligroso, la joven María Antonieta se rebela contra la aislada atmósfera de Versalles y, en el proceso, se convierte en la reina más incomprendida de Francia.
 
Para muchos, María Antonieta es un simple peón en un matrimonio concertado para solidificar la armonía entre dos naciones. Su esposo adolescente, el Delfín, es el heredero al trono de Francia. Pero María Antonieta no está preparada para ser el tipo de regente que espera el pueblo francés. Bajo todo su lujo, ella es una joven protegida, asustada y confundida, rodeada de pérfidos detractores, falsos aduladores, titiriteros y chismosos. Atrapada por las convenciones de su condición en la vida, María Antonieta debe encontrar la forma de encajar en el mundo complejo y traicionero de Versalles.
 
A sus males se añade la indiferencia de su nuevo marido, Luis. Asombrosamente, y en esto la cinta es completamente fiel a la historia, su matrimonio no se consumó en siete años. El tímido futuro rey resulta ser un desastre como amante, desatando graves preocupaciones porque María Antonieta nunca llegue a tener un heredero.
 
Tanto si es idealizada por su estilo impecable su poder como mujer y como líder, o por el nuevo modelo que representaba de la nobleza, o si bien es vilipendiada por estar imperdonablemente fuera del alcance de sus súbditos, la reacción hacia María Antonieta siempre es extrema. Esta es la suerte común de los encontronazos de las grandes facciones de nuestra sociedad. Un constante juicio, opinar sin mirar a fondo, descalificar, criminalizar, victimizar. Y justo esto es lo que México está viviendo en nuestros días.
 
México es un país con más de la mitad de la población viviendo por debajo de la línea de pobreza. Algo más de 65 millones de pobres. Si. 65 millones. Millones, que también opinan, con o sin fundamento, con y sin razón, como el resto de las clases sociales del país.
 
¿Dónde está el problema? Simple: hay quien ha criminalizado a esta población, quien ha descalificado sus opiniones por ser opiniones de pobres. Quien cree que no puede florecer la razón en la pobreza. Hay quienes han alimentado ese prejuicio y lo han viralizado. A estos millones les han puesto un mote, si, entre las personas que se consideran a si mismas “Gente bien”, les llaman “Chairos” y esos “Chairos” tienen intereses ilegítimos según quienes les juzgan. Mucha gente piensa que son esos “Chairos” los que hicieron que la presidencia de la República cambiara de partido, y los que están en contra del NAICM, porque tiene una pesada carga de corrupción encima de él.
 
¿Dónde está el problema? Reitero. Simple: hay quien ha criminalizado también a la otra parte de la población, quien ha descalificado sus opiniones por ser opiniones de personas que no son pobres. Quien cree que no puede florecer la razón en la clase media, o en quien cuenta con algún privilegio, ya sea que lo haya ganado por mérito propio o por mérito de sus padres y sus familiares. Hay quienes han alimentado ese prejuicio y lo han viralizado. A estos millones les han puesto un mote, si, entre las personas que se consideran a si mismas “pobres”, les llaman “Fifís” y esos “Fifís” tienen intereses ilegítimos según quienes les juzgan. Mucha gente piensa que son esos “Fifís” los que querían que la presidencia de la República no cambiara de partido, pero que no lo lograron, y que son estos Fifís los que están a favor del NAICM, aunque exista la pesada sombra de la corrupción encima de él.
 
El verdadero problema del país, es que estamos criminalizando al diferente. Al migrante por ser migrante, al pobre por ser pobre, y al rico por ser rico. Ninguna de nuestras condiciones de vida podría convertirse en motivo de persecución. Es un atentado, contra los ya muy maltratados derechos fundamentales, de todos los seres humanos.
 
Es válida la marcha a favor del aeropuerto o en contra de la consulta, y es tanta ofensa llamarla “La Marcha Fifí” como llamar “La marcha de los Chairos” a cualquier otra.
 
El alma de las democracias es la pluralidad. Sin ella, solo vivimos simulaciones. Hay tanto rencor social en México, que le estamos amputando el alma a nuestra democracia, ya de por si frágil. Cierro el círculo y regreso a finales del siglo XVII en Francia, y cito a Voltaire, con la inmortal frase sobe defender la tolerancia y la libertad de expresarse: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”
 
Es indispensable que se acabe esta corriente de discriminación. En este año salió lo peor de México. Ni Chairos ni Fifís. Quiero pensar que podemos dejar de discriminar, dejar nuestros enojos de lado, y destacar lo mejor de México. No lo peor. Hay que ponernos a trabajar, a invertir, a recuperar todo lo que no hicimos por andar pensando en los candidatos. Cierro con una máxima de la Psicología: “Quien juzga, se está juzgando a si mismo”.
 
Tolerantemente: José Luis Ramos Ortigoza.

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