Un buen negocio
“En Dios confiamos, todos los demás, traigan datos”
Edward Deming.
Cuando echamos un vistazo a los datos del NAIM, cuando comprendemos la realidad de ese proyecto y la vacilada de Santa Lucía, nos da risa la “consulta popular” sobre el tema.
Cualquier proyecto, todo proyecto, debe basarse en números, en datos reales. Quienes toman decisiones sobre ellos no puede hacerlo sin información detallada.
“¿Echamos un tren por el mundo Maya?, ¿Cambiamos las secretarias a la provincia?
Lo primero, ¿cuánto cuesta?, la segunda, ¿cuál es el beneficio?
Los beneficios de la inversión pública se pueden medir en dinero o en otros indicadores como salubridad, bienestar o educación. Todo puede y debe ser medido. Con mayor razón los proyectos de infraestructura económica donde habrá ingresos.
Aunque los proyectos parezcan complicadísimos, cuando hay ingresos se puede establecer un modelo económico. En el caso del NAIM es fácil. Veamos:
El proyecto tiene un valor de 13 mil millones de dólares. Con 70 millones de pasajeros al año a 25 dólares por derecho de aeropuerto, sería un ingreso de 1,750 millones de dólares. Si a eso le sumamos otros 750 millones de ingresos por rentas de locales, renta de terrenos para hoteles, hangares a las aerolíneas, concesiones de taxis y otros no tan grandes pero significativos. Luego se puede aprovechar el terreno del Benito Juárez para sacar algo más y amortizar parte de la inversión. Con ingresos de 2,500 millones de dólares al año, el proyecto se paga en 6 o 7 años. Si somos pesimistas, sería en 10 años, intereses incluidos.
Los grandes proyectos cuestan mucho, siempre salen más caro del presupuesto original pero al final reditúan muchas veces su inversión. Un ejemplo es el aeropuerto de Hong Kong. Lo diseñó el propio Norman Foster (Foster+Partners). Hubo que construir una isla a distancia de 30 kilómetros . Antes la llegada a la ciudad era de aventura, casi se podía saludar a los vecinos de los altos edificios de departamentos en el aterrizaje.
Después de su inauguración, conocí al ingeniero de la empresa Bechtel que supervisó el impacto ambiental. Tan solo escucharlo por los problemas que pasaron para construirlo, da risa lo que dicen los ingenieros morenistas. Texcoco es un pan comparado con obras del aeropuerto Chek Lap Kok, de Hong Kong. El NAIM ni se va a hundir, ni acabará con el medio ambiente ni lastimará a ningún vecino, por el contrario, será una oportunidad para todos y, aunque usted no lo crea, el más beneficiado sería el propio AMLO. Si se inaugura en 2021, Andrés Manuel cortaría el listón.
Sólo para ser precisos en los números. Con 1,133 millones de dólares de pago al año, el préstamo se liquidaría en 20 años con una tasa ponderada del 6 por ciento, con créditos en dólares, yenes y Euros (una tasa alta). Los norteamericanos tienen una frase “it´s a no brainer”, lo que significa “pan comido”, o “es estúpidamente sencillo”. Igualito que una casa que se compra con una hipoteca. Con los puros cargos de derecho de aeropuerto el proyecto se paga y deja utilidades y flujo positivo desde el primer año. Si el ingeniero Carlos Slim aprieta en los costos, el precio podría bajar un 10 por ciento. Esperemos que esa sea la solución planteada por AMLO. La alternativa costaría miles de millones tirados a la basura con Santa Lucía.
Amén por ahora.
