El horror de la guerra ha acompañado al hombre desde su origen y muy probablemente lo acompañará hasta su final. Entre naciones, entre pueblos, entre géneros y para muchos, entre la conciencia y la inconciencia, entre lo que la moral de la época ha definido como el bien, y el mal.
Entre el derroche y los excesos de la vida cortesana de la alta burocracia Rusa del siglo XIX y la pobreza y los sinsabores del trabajo de campo sin una paga digna, así vivió León Tolstoi, autor de dos de los “100 libros indispensables para entender a la Humanidad”. Del que me ocuparé hoy, es “La Guerra y la Paz”
Encuadrada en la caótica Rusia de su época, Tolstoi sitúa a sus lectores en una sociedad de costumbres en la que se vive un conjunto de guerras sin cuartel: La invasión Napoleónica, una guerra cruenta y salvaje, es el telón de fondo en el que presenta también una guerra de clases, una guerra entre el deber ser y el querer ser. Hay también una guerra entre la modernizadora Europa de occidente, y la conservadora Rusia, Un conflicto entre lo que los hombres y mujeres de su obra quieren ser, lo que pueden ser, y lo que las circunstancias les permiten, o les obligan a ser.
En un sentido estricto, la guerra es aquel conflicto social en el que dos o más grupos humanos masivos, ya sean tribus, sociedades o naciones, se enfrentan de manera violenta y mediante el uso de armas de toda índole, con el resultado de muerte individual o colectiva y daños materiales de una cantidad considerable. Pero ese es el sentido estricto, y los grandes autores no se limitan a ello. La Guerra y La Paz de Tolstoi se centra en la vida de cinco familias aristocráticas rusas. Que si bien tienen su interacción alrededor de los eventos de 1812, durante la invasión de Rusia por las tropas francesas, han de mostrar en el desarrollo de la novela un conjunto de guerras al interior de si, como familias, y al interior de los personajes, tan profundas y tan complejas, que el contexto histórico, pasa a segundo término.
Para Tolstoi, el ser humano es víctima de la guerra entre sus deseos, y los deseos que le son impuestos, entre sus convicciones y las convicciones que son esperadas de él en la sociedad en la que se desempeña: “Si todos lucharan por sus propias convicciones en el mundo, entonces no habría guerra” es una de las demoledoras frases en su obra.
Y es que es verdad.
Porque la guerra más antigua, no se libra en ninguna parte en particular, no se pelea en ninguna nación lejana que ni siquiera vemos. No se libra en este páramo, o por lo menos no solo en este. La batalla más antigua del universo lleva librándose desde que existió la conciencia. Pero es una guerra, una guerra cruel y feroz, una guerra que arrasa con vidas y vidas cada día, que arrasa con familias enteras, con pueblos enteros, con naciones, con naciones, aunque su historia fascine y aunque su antigüedad maraville. Es una guerra, dura como ninguna que nos imaginemos, es la guerra que alimenta las demás guerras. Se libra en cada ser desde su individualidad, y cuando parece que ha terminado de definirse en cada ser, se lleva a lo común, la pareja y la familia, las comunidades y las regiones, hasta que hincha como sapos a los egos comunes, y se libra entonces entre naciones. Es la única batalla realmente trascendente. Es la batalla entre el bien y el mal, entre la conciencia y la inconciencia. Es la brutal batalla eterna.
Espero, amable lector, haberte atrapado ya para este momento, porque el tema se pone mejor. Quiero explicarte un par de cosas, la primera, es que de acuerdo a la ciencia moderna, y a los artistas más antiguos, la principal limitación de nuestras mentes es nuestro lenguaje. Solo podemos pensar en las palabras que conocemos, y solo podemos comprender al mundo desde las palabras con las que lo podemos describir.
En el ruso en el que escribió Tolstoi, Mundo y Paz, son palabras homónimas, o bien, son la misma palabra, dependiendo del contexto, de tal forma, que “La Guerra y la Paz” bien pudo ser traducida como “La Guerra y el Mundo” Y este accidente del lenguaje, podría cambiar sustancialmente la naturaleza de las conclusiones de la obra:
“Solo puede disfrutarse de la paz, cuando se valora, y esta solo se valora, tras la guerra” Podría tener un cambio a “Solo puede disfrutarse del mundo, cuando se valora, y este solo se valora, tras la guerra”
Para Tolstoi la guerra es necesaria, material para purgar el ocio, para disciplinar al hombre y a su conciencia, para despertar la conciencia misma, pues solo en ella, y después de ella, puede encontrarse el contraste necesario para mirar la belleza del mundo. Lo coloca en una frase maravillosa y memorable: “Toda la variedad, todo el encanto y toda la belleza que existe en este mundo está hecha de luces y sombras”
Ahora bien, siguiendo los accidentes del lenguaje y visitando lenguas más profundas y más antiguas, para algunos de los grupos filosóficos de la India, hay dos fuerzas opuestas en la naturaleza del hombre: estas son el Amor y el Ego. Solo ha existido en la vida de la humanidad un solo conflicto, y es entre estas dos naturalezas: El Ego produce guerra; el Amor, Paz. Y solo hay dos formas de mantener la Paz y éstas formas son el mutuo temor, o el mutuo beneficio. El mutuo beneficio es amor. El mutuo temor, ego en pausa. Sobre esto, Tolstoi propone que “El respeto se inventó para llenar el vacío que debe completar el amor” Si hubiera amor, el mundo sería Paz, y la Paz sería el Mundo.
¿Por qué hablar de “La Guerra y la Paz?” La verdad, es que leí un par de cifras, y tuve que entender que México vive en guerra. Las terribles guerras de nuestra década, en Siria, Somalia, Yemen o Paquistán, palidecen en muertos con nuestra guerra del y con el crimen. En toda guerra, la primera victima es la verdad. La verdad es frágil, tanto, que solo florece en la paz. Nuestra guerra está llena de mentiras. Unos dicen cien mil muertos, otros doscientos mil. Que descaro. Que tristeza. Que humillación.
Tolstoi termina su novela con un epílogo bellísimo: critica a todas las formas existentes de la historia, afirma que los acontecimientos históricos no son el resultado de las acciones de los “héroes” o de los grandes personajes, para él esto es imposible, mas bien, los grandes acontecimientos históricos son el resultado de muchos pequeños actos impulsados por las miles de personas que participan en ellos y estos eventos más pequeños son el resultado de una relación entre la necesidad y el libre albedrío.
Esto por cierto lo dijo David Mitchel de una manera inmejorable en Cloud Atlas, cuando el villano le espeta al héroe rebelde:
-No importa lo que hagas, nunca llegará a ser más que una sola gota en un océano sin límites.
Y el héroe le revira:
– Pero ¿qué es un océano si no una multitud de gotas?
Me despido con un verso sobre el tema, de mi aficionada autoría.
Guerra y Paz en mi país.
En las calles hay guerra de sangre.
En la política guerra de lodo.
En las aulas guerra por la conciencia.
En las mesas guerras de egos.
En las alcobas guerra de poder.
En la mente una guerra de conciencia.
Pero todo comienza en la guerra interior.
Y la guerra interior es de conciencia.
Tenerla o no tenerla.
Escucharla o maldecirla.
La paz parte de la conciencia.
La conciencia es Paz.
Y en la paz de la conciencia nace la paz de la alcoba.
En la paz de la alcoba surge paz en la mesa.
La paz da mansedumbre al ego.
Con Paz y conciencia,
las aulas no serán trincheras.
Serán talleres de construcción.
Y la política será limpiar, y perdonar y construir.
Y dejará de derramarse sangre.
Perdimos la paz cuando ahogamos a la conciencia.
Conciencia y paz en este día para todos.
Apaciblemente: José Luis Ramos Ortigoza
