RHay una frase curiosa que dice “a veces haces todo bien y sin embargo sale mal”. Trasladada dicha sentencia a lo que nos compete en esta columna, que es la cultura en Pachuca y su difusión, podemos empezar a problematizar.
Si uno revisa las carteleras culturales en las redes sociales, se podrá encontrar con muchísimos eventos, mínimo una propuesta para cada semana; estarán en forma de una función de teatro o cine (no comercial), recitales, alguna exposición fotográfica, un performance, la presentación de un libro, una charla, mesa de discusión, taller, conversatorio, coloquio, círculo de lectura, etc.
Lo cierto es que por más interesantes y bien elaborados que sean dichos eventos, rara vez están atiborrados, algunos rozan un promedio de asistencia aceptable, pero la mayoría se realizan entre un público escaso.
Y habrá que revisar también quiénes son los participantes habituales, suele darse mucho el fenómeno en el que son los propios amigos de toda la vida o colegas y compañeros quienes acuden a dichas citas.
Puesto en otras palabras: el respetable está anquilosado. Y entre los muchos efectos, da la impresión de que finalmente se forman nuevos cotos cerrados o cofradías muy restringidas.
Algunos podrían llegar a concluir que si los eventos están vacíos, pese a que fueron hechos con bastante calidad en cuanto a sus invitados, lo que presentan y la organización, la cultura simplemente no es para todos, tiene un público selecto.
Esto pensando en que hay otras actividades sumamente populares en las que se trae al artista del momento, a la cantante famosa o al influencer con más seguidores de las redes sociales, se cobran considerables sumas de dinero y aun así se pelean por los boletos, frente a eventos culturales que en su mayoría son gratuitos y de una calidad importante. El panorama, a veces, luce desesperanzador, triste y frustrante.
Lo cierto es que el trabajo no termina con una presentación, hay que darle una difusión importante, generar expectativas, buscar llegar a nuevos públicos, encontrar la manera de despertar el interés y sobre todo vincularse con la gente más joven, ya que ellos son los únicos que pueden revitalizar una escena.
Es un trabajo pesado, pero la resistencia tiene que ser permanente, apoyada en los bastiones de siempre, pero proyectada tendiendo a cosechar las semillas. ¿Quiénes se encargarán de la cultura en Pachuca cuando ya nos hayamos ido nosotros? ¿Quiénes ocuparán los teatros, salas, casas culturales, cafés y foros?
Una resistencia que no piense en el futuro ni siente las condiciones de una nueva generación, está condenada a ser recordada simplemente como algo anecdótico.
