Después de muchas semanas de escuchar ataques y descalificaciones y muy pocas propuestas, queda en evidencia que, gane quien gane, México pierde.
Por un lado, José Antonio Meade me parece que tiene un perfil muy interesante como servidor público. Ha pasado por cinco secretarías de estado, tiene un haber honesto y me parece una persona preparada.
Sin embargo, lo impulsa el peor partido de México en términos de transparencia, democracia y dignidad política. Porque lo cierto es que aunque mis paisanos hidalguenses priistas se desgarren las vestiduras ante mis palabras, defender al PRI es vivir en negación.
Dicho de otra manera, si resultara electo el candidato del PRI no tiene la menor capacidad política ni ideológica de defender a México de los célebres personajes bastiones de ese partido como Romero Deschamps, Miguel Ángel Osorio, Manlio Fabio Beltrones, entre otros miles que han hecho del tricolor su nefasta madriguera y su gallina de los huevos de oro.
Entonces, México pierde con José Antonio Meade, pues no puede defender a su partido, ni a su ideología.
Analicemos ahora a Ricardo Anaya Cortés.
A mi me parece un hombre muy preparado, pero también, muy bravucón.
Creo que su peor pecado fue diseminar la división dentro de su partido, logrando que los de la antigua guardia panista se fueran por el sueño de Margarita Zavala en la presidencia y dejando una camada de personas nuevas en el PAN que distan completamente de su doctrina original, y que lo utilizan más como una plataforma de poder partidario, que como una plataforma de servicio orientado a engrandecer a México. Al final, aplicó la frase ‘divide y vencerás’ pero no entendió que eso aplica para los enemigos y no para los amigos.
Me parece que la estrategia de Ricardo Anaya mediante el desprestigio y la denostación deja ver que así ha sido desde que era presidente del PAN. Sus estrategas políticos, particularmente Jorge Castañeda, lo han llevado por el camino de la venganza y lo han alejado del camino de la propuesta, pues dicho sea de paso, me parece que sus propuestas son inteligentes y con fundamento, pero al irse por el lado de la venganza y la persecución política, sigue apostando por la división. El resultado: tiene al gobierno federal encima de él con una campaña de desprestigio.
Por lo que Ricardo Anaya Cortés ofrece propuestas que llevan de fondo la división y no la concordia de los mexicanos.
Finalmente la cereza del pastel… el demagogo, megalómano, mitómano y contradictorio Andrés Manuel López Obrador.
Este tipo sí se voló la barda. Un personaje enfermo de poder, envuelto en una sábana de mesías bienhechor.
AMLO cuenta con preparación básica, y que conste que es mucho decir. No entiende de economía, relaciones y tratados internacionales, comercio, balanza comercial, mercado interno, PIB, crecimiento económico, Banco de México, inflación, mercado de valores, tipo de cambio, globalización, en fin, la lista es muy larga.
Analicemos entonces lo que sí entiende: manifestaciones, marchas, plantones, dádivas, desestabilización, división, en fín… es líder y figura de quienes quieren hundir al país.
Es el moderno Robin Hood, pues le quita a los ‘ricos’ para darlo a los ‘pobres’. Definiendo como ricos a la clase productiva, formal y trabajadora de este país o “mafia del poder” y a los pobres como a aquellos que no han entendido la cultura del esfuerzo, a los que les gusta estirar la mano.
Y todavía tiene el cinismo de lucrar con la pobreza y la ignorancia de la gente prometiendo cosas totalmente absurdas, como si tuviera una varita mágica para resolver sus problemas.
Desafortunadamente la gente más vulnerable no ha terminado de entender que los primeros afectados van a ser ellos y quienes van a pagar el precio más alto, son quienes le darán su voto.
Entonces acaba vendiendo… espejitos. Es decir, acaba vendiendo sueños de gloria a pecadores.
Simplemente no es la opción para llevar a México los próximos seis años.
Del Bronco, me cae bien, incluso me invitó
a ser parte de su gabinete cuando comenzó como Gobernador, lo cual es una larga historia para otro momento.
Pero, desafortunadamente, no tiene la estructura partidista necesaria para gobernar a México y por otro lado tiene ideas inviables dentro de la dinámica de país actual, por lo que creo que sería más sano bajarse que seguir con el teatrito.
Entonces, gane quien gane, México pierde.
Lástima que seamos la economía número once del mundo y tengamos tanta gente buena dispuesta a sacar al país adelante, pues quede quien quede, será más un lastre que un motor.
En fin… aquí me verán muy seguido dando mis opiniones ciudadanas, defendiendo el bien común y llevando siempre por delante el amor por México. Así, sin mordaza.
