La Sierra Gorda hidalguense está de luto. Un gran moño negro fue colocado en la alcaldía de Pacula y entre el llanto, caras tristes y después aplausos y mariachi, despidieron al presidente municipal, Alejandro González Ramos, asesinado el pasado jueves.
 

En este municipio que se encuentra a cuatro horas de Pachuca, muy cerca de los límites entre Hidalgo y Querétaro, colocaron el féretro café claro de Álex, cómo le decían, en la sede del ayuntamiento. 
 

De los 84 municipios de Hidalgo, en Pacula no había sucedido un solo delito en los tres primeros meses del año por lo que sus 5 mil habitantes vivían en una tranquilidad que de repente se rompió.

SU FAMILIA LO RODEABA Y, ENTRE LLANTO, SE DESPEDÍA 

Una mujer estaba devastada y en un momento tembló tanto que fue necesario alertar a los paramédicos que estaban en el lugar y separarla del ataúd para llevarla a respirar en un sitio sin personas.
 

Un hombre de edad no podía ocultar su tristeza. Tenía la mirada perdida al borde del llanto y su labio inferior vibraba al ritmo del mariachi que entonaba canciones rancheras, como si fueran las favoritas del presidente municipal.

CORONAS FÚNEBRES EN LA EXPLANADA DE LA ALCALDÍA  

La ceremonia oficial estuvo acompañada por 700 personas de las diferentes comunidades del municipio, que demostraron que Álex es muy querido y también se percibía en la melancolía colectiva que flotaba en el lugar. 
 

Más de 20 coronas fúnebres enviadas por otros municipios adornaban la explanada de la presidencia y entre los asistentes estuvo Yolanda Telleria, alcaldesa de Pachuca.

ENTRE APLAUSOS, FÉRETRO VA A JILIAPAN

Cuando concluyó la ceremonia pública, el ataúd partió entre aplausos hacia el cementerio en la comunidad de Jiliapan, lugar donde nació el presidente municipal.
 

Las tumbas de ese camposanto son sencillas, algunas solo un pequeño montículo de tierra con una lápida hecha de piedra, sin acabados. Solo perdura la delgada roca en la que estuvieron escritos los nombres de las personas que ahora son recuerdos entre la humedad.

La carroza llegó rodeada de los trabajadores más cercanos al alcalde y después  colocaron el ataúd en el pórtico del cementerio. El mariachi volvió a entonar sus canciones pero ahora mucho más tristes.
 

Un techo colocado para la ceremonia religiosa en el camposanto y debajo el llanto y la tristeza del pueblo de Pacula.

UNA ENORME FILA DE CARROS: EL CORTEJO FÚNEBRE 

Después de pasar Zimapán, está la desviación hacia el municipio. Parecía que Pacula quedaba cerca, pero no fue así, aún faltaba por recorrer la mitad de camino.
 

Una sinuosa carretera llena de baches que parecen cráteres, cientos de rocas que brotan de la densa neblina e invaden la vialidad y tramos de terracería entre el asfalto aguardan a quienes quieran llegar este día al municipio.
 

Al tomar la desviación a Pacula se puede sentir el cambio de región hidalguense, pasas del árido Valle del Mezquital a la boscosa Sierra Gorda.
 

Luego de una hora de camino, cuando conducimos hacia el panteón donde a las 14:00 horas se daría el último adiós al alcalde, frente a nosotros había una inmensa fila de autos que conformaban el cortejo fúnebre.
 

Poco más de cinco kilómetros de vehículos funcionaron como guías para llegar a la cabecera municipal.

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