En cualquier país desarrollado, sin todo el enjambre de leyes electorales, sin toda la burocracia que rodea al INE y al Gobierno, ninguno de los tres candidatos más fuertes podría competir. Veamos:
El que va adelante en las encuestas es Andrés Manuel López Obrador. Según José Antonio Meade su contrincante es un “fantasma” fiscal, es decir, no cuenta con un historial de pago de impuestos. La pregunta inmediata es ¿por qué no lo hace? Dos únicas razones. O no tiene ingresos o vive de efectivo que no declara. Como él y su familia no pueden vivir del aire ni es faquir, seguro que oculta sus ingresos y el origen de los mismos. ¡Ah! Pero tiene su propio partido político, con grandes ingresos de nuestros impuestos. Si lo que dice Meade es cierto, López Obrador está fuera de la ley.
Además tiene una carga moral extraordinaria. ¿Cómo puede solicitar el voto a un empleado al que le descuentan impuestos en automático?¿Entonces, pertenece a una clase política sin responsabilidades cívicas, a una casta divina?
Su irresponsabilidad fiscal sería una muestra de que pertenece a la corrupción nacional y no es ningún alma de la caridad.
La segunda posición fuera de la ley es la de Ricardo Anaya, quien va en segundo lugar en las encuestas. Presuntamente el candidato del “Frente” hizo malabares, circo y chapuzas financieras para lavar una suma que no gana ningún político y le pagaron por una bodega con utilidades extraordinarias.
El dinosaurio vio el filón en el tema y lo acusa de corrupto y lava dólares. Los del PRI en el Gobierno tienen muchas formas de darse cuenta de dónde viene el dinero y a dónde va. Además cuentan con la PGR que se avienta rápido rápido en contra de, precisamente, su contrincante. En Francia o Inglaterra ya lo hubieran hecho pedazos y no podría competir por tener delitos fiscales.
Pero no se crea que el propio Meade se salva de la corrupción. Aún cuando todas sus cuentas personales estén en orden, aún cuando haya sido un funcionario público ejemplar y un “extraordinario ser humano” como lo calificó el propio Anaya, en tiempos más pacíficos, a Meade lo rodea la peste. Tan solo ver a su alrededor, salen espantos. Rubén Moreira, ex gobernador de Coahuila, emitió cheques para empresas fantasmas por más de 200 millones de pesos, y nadie dice nada. Luego están los desvíos de Rosario Robles por más de 2 mil millones. Qué decir de su colega, Manlio Fabio Beltrones, con su retorcido colmillo para los moches o Eruviel Ávila, quien proporcionó al PRI millones para su campaña en el Estado de México. Decenas de corruptos corruptores pululan alrededor de la campaña priista.
No se crea que Meade pasaría la prueba en el mismísimo sexenio de Felipe Calderón, cuando a ningún funcionario ni a gobernador alguno se le tocó a pesar de la corrupción. Ejemplo de ello fue Juan Manuel Oliva que sigue tan campante.
Como ninguno sería elegible bajo las leyes de un país civilizado, a los ciudadanos queda pensar bien y confiar en que alguno de los tres nos pueda llevar a ese desarrollo extraviado.
¿Quién cree que podría romper con el pasado y tener las agallas para llevar al país a un futuro donde imperes la ley, crezca la economía y haya más oportunidades para todos? Esa es la pregunta.
