Hay dos videos de Ricardo Anaya en circulación por todas las redes sociales. En el primero explica cómo se debe construir el futuro con fórmulas innovadoras. Lo muestra con los cambios vertiginosos de la tecnología. Los temas no parecen ser de política pura, sino de tendencias comerciales como la quiebra de la distribuidora de películas Blockbuster a manos de Netflix. O el futuro eléctrico de los autos.
Los ejemplos son lo de menos, lo interesante es la facilidad del joven Anaya para explicar temas aparentemente complicados. Como Justin Trudeau de Canadá o Emmanuel Macron de Francia, tiene una habilidad extraordinaria en el lenguaje.
En el último video dice cómo compró y desarrolló un terreno industrial en Querétaro que luego vendió a una empresa fantasma. Sus detractores, incluido el ex panista Javier Lozano lo acusan de mentir, de haber lavado dinero con esa transacción.
En contrapartida, los panistas sacan a relucir pagos ilegales de la SEDESOL en tiempos de José Antonio Meade. La guerra de acusaciones se acrecienta entre el segundo y el tercer lugar y da oportunidad a Andrés Manuel López Obrador de consolidar su ventaja. Aunque el joven Anaya es más resistente que sus dos contrincantes por esa habilidad de explicar todo o casi todo. Desde hace tiempo los mercenarios de la pluma, pagados por el Gobierno, le dedican ataques sin hacerle mella. Primero fueron sus viajes continuos a Atlanta para ver a su familia que aprendía inglés en Estados Unidos. Luego lo agredieron con el presunto enriquecimiento de su familia política a lo largo de tres lustros. Y no son pocos sus enemigos. En su ascenso vertiginoso hacia la candidatura presidencial dejó muchos heridos en el camino. A otros los sorprendió con su enjundia y capacidad para amarrar el acuerdo con el PRD y Movimiento Ciudadano.
Con su Frente en mano, parece ser el verdadero contendiente de Andrés Manuel.
Sabe que el PRI lo quiere destruir por su talento político, sabe que su hora de grandeza estará en los tres debates organizados por el INE. Si resiste la embestida, fortalecerá su posición desde ahora mientras los enormes desvíos del sexenio pesarán cada día más sobre la candidatura de José Antonio Meade. Si sucumbe, sería difícil rescatar al país de la amenaza del izquierdismo tropical de Morena porque cada día parece más difícil la posición del PRI, partido empantanado en la corrupción.
Antes de Semana Santa habrá encuestas indicadoras de las tendencias. Anaya dice estar en “empate técnico” con López Obrador. Si en verdad fuera así, las posibilidades del PAN de recuperar la presidencia serían enormes. Los indecisos, que son un tercio de los encuestados, pueden ser un grupo silencioso donde se dará la última batalla.
La campaña promete ser la más intensa de todas las que hayamos vivido. Hace 6 años no existía la cantidad de abonados a las redes sociales y la televisión (aliada de Peña Nieto), no estaba tan debilitada como ahora. La cantidad de mensajes, memes, caricaturas e información falsa o “fake news” influirá al paso de los días. Pronto sabremos si Anaya pudo convencer a esa masa silenciosa con sus explicaciones o si se aniquilarán el segundo y el tercer lugar para dar un destino aún más incierto al país.
