Me voy, vuelvo, despierto en el parque de la casa, aquel que escucho mis pasos cuando jugaba diversos deportes, aquel césped que te espera, que te extraña cuando no vas a danzar con un aro girando en tu delicado cuerpo. Me voy de esta cuidad desnuda, llena de lo mismo y de depósitos de nostalgias de hierro, de recuerdos de migrantes, violencia, maquiladoras, rutas, grutas de fronteras, parajes secos, terrenos baldíos, casas abandonadas, universidades cual campos de concentración, casas de cambios monetarias, yonkes, edificios erguidos como montañas desechas, templos cristianos- protestantes sacando leña del árbol caído, catolicismo arañando las organizaciones de empresarios elitistas, canales de televisión locales que tienen un alcalde municipal, narcotraficante clandestino en cada barrio, alcohólicos anónimos, alcance victoria, climas esquizofrénicos, ciudad adorno, frontera de sueños para cruzar al chuco, sueño americano, pochos que no se adaptan al ambiente, carnes asadas, fútbol americano, cantinas como espacios sin nacionalidad, casinos, prostíbulos, olor a cebada, orines y cigarro.
Nadie sabe como llego a esta mítica ciudad, de que manera, cual fue el motivo definitivo para quedarse, echar raíces, tener familia, crecer, observar el paisaje, la insigne vegetación, el olor a carne asada, la cerveza güera. Aquí se pierden las coordenadas del pertenecer, de la identidad de estar en un espacio concreto o supuestamente seguro. De una u otra manera esto se pobló de accidentes y tropiezos económicos, todo esta entre desordenado y en constante desequilibrio. Los que dicen y afirman su arribo a esta ciudad como un acierto o como una certeza, se equivocan, no hay manera ni forma de comprobar dicha tesis. Todo, aquí, en esta ciudad fronteriza, esta hecho al arbitrio del accidente y de la improvisación. La historia se va a pasear por las cantinas, con los perros y gatos callejeros, con los vagabundos, con los migrantes, cholos, desplazados y exiliados inadaptados, apátridas, lumpen, recolectores de chatarras, fierro viejo, latas de cerveza, objetos callejeros.    
De una u otra manera, todos, aquí, en esta ciudad fronteriza, somos expatriados, exiliados, desplazados. Nos agrade o no, así pasa, es una ciudad forzada, hecha para los obreros de maquiladoras internacionales, y una que otra nacional. Todos, aquí, estamos al arbitrio del dollar, de  lo que nos digan los güeros. Miles de estudiantes van a buscar su suerte en el monstruo de Norteamérica, se preparan en sus Universidad o preparatorias, buscando una “vida” mejor, un bienestar material-económico mas placentero. Ganar dólares es una gran ventaja, el billete verde es  una joya en estos días en donde el peso esta gravitando en el inframundo. Y para muchos, como yo, que aun no podemos cruzar a esa “gran” nación, nos tenemos que conformar con ganar insignes pesos, que no nos duran nada. 
No me quejo, me agrada esta ciudad intempestiva, delirante, amable, fraterna, cálida y fraternal. Me voy, pero muy feliz, porque he hecho y desecho lo que se me antoja. Tengo múltiples derrotas, pero dignas. Una que otra victoria dulce y pasajera. Me retiro temporalmente, pero regresare, con la energía de un apache y un bebedor de cebadas empedernido, por mas campeonatos que celebrar con mis queridos amigos, amigas, morrita y mi madre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *