Una pregunta que me han hecho hace referencia a qué tan conveniente o inconveniente es que se les permita a los hijos e hijas tener relaciones sexuales en la casa familiar, así como el dejar que entren con su pareja “en turno” a libre demanda a su habitación.
Ante esto, pueden existir varias situaciones alrededor de la pregunta y lo más importante es que cada persona, como madre o padre, tomen su decisión y las acciones a realizar; ahora bien, eso no lo podrán hacer sin tomar en cuenta ciertos aspectos de su dinámica de familia como la comunicación, la confianza, el respeto, los límites y reglas, derechos y obligaciones, edad de hijos e hijas, sexo y género de hijas e hijos; entre otros que puedo no ver yo pero tú sí.
Para comenzar, no es lo mismo ante un/una adolescente que ante una/un adulto; puesto que las normas familiares y las situaciones son completamente diferentes, en la adolescencia tanto padre como madre requieren educar, guiar, marcar límites y todo lo anterior mencionado ya que se está en una etapa de aprendizaje, de modulación, de toma de decisiones, donde se requiere el acompañamiento y apoyo de ambos padres o del que este presente, mientras que ante hijos e hijas adultas simplemente requieren marcar límites y determinar obligaciones, así como derechos, esta es una etapa de consolidación de la personalidad, donde las experiencias positivas y negativas son parte del crecimiento personal.
Otra situación necesaria de exponer es que si se lo permites a un hijo por ser hombre, la situación requiere ser igual ante una hija mujer; tanto derecho tiene una mujer como un hombre de vivir su sexualidad bajo las mismas normas familiares dentro o fuera del hogar. Del mismo modo que si es homosexual, bisexual o heterosexual. Si haces alguna diferencia, que ésta sea por la edad más NO por el sexo o género o preferencia sexual de tu hijo/a.
Detrás de admitir que los hijos e hijas tengan relaciones sexuales suele encontrarse miedo por lo que puedan experimentar, como: que vivan experiencias negativas, que cometan errores, que algo les duela, etc.; así como miedos personales reflejados en ellos, como: que vivan lo que tú viviste, que les guste mucho el sexo como a ti, pérdida de “tus nenes”, posibilidad de tener que cargar con sus consecuencias; o bien, miedo exagerado al verles como seres sexuados, igual que tú, a quienes se les pueda manejar a través de, es decir, terror a la sexualidad puesto que al desconocerla en ti crees o sabes que desconocen tanto como tú y que pueden hacer “cosas que consideras depravadas, enfermas, inadecuadas”, que te provoquen rechazo o “asco” al imaginarles teniendo relaciones sexuales (ante esto, no te preocupes, igual les puede haber pasado a ellas y ellos cuando supieron la verdad de cómo fueron concebidos o cuando les descubrieron teniendo relaciones sexuales); entre otras.
