La ignorancia en el poder causa más daño a los países que ningún fenómeno natural o biológico como el COVID-19. Cuando revisaba las tareas pendientes del año y los temas que comencé a guardar, brincó un archivo que tengo en la base de datos de notas increíbles.
El 24 de enero el presidente Nicolás Maduro presentó a su pueblo el Carvativir, “unas gotitas milagrosas” que “neutralizan al 100% el coronavirus”. Dijo que contaba con toda la permisología del país para comenzar su uso. No contento con dar sólo a Venezuela su pócima milagrosa, dijo que iba a pedir a la Organización Mundial de la Salud que las validara. Sería una contribución de Venezuela para el mundo. A sus queridos Cuba, Bolivia, Haití y Nicaragua se las entregaría gratis.
Según Maduro, el invento proviene del médico venezolano José Gregorio Hernández, venerado como “santo”. El doctor Hernández nació en 1864 y falleció en 1919, justo cuando estaba en su apogeo la última pandemia llamada “Gripe Española”.
El dictador Maduro se atreve a dar la receta: “diez gotitas debajo de la lengua cada cuatro horas y el milagro se hace”. Para cualquier ciudadano con mediana inteligencia las palabras de Maduro son un insulto, además de un engaño. ¿Cómo puede suceder eso en un país que tiene las mayores reservas de gas y petróleo del mundo? ¿Qué pasó en Venezuela para que el pueblo aceptara a un imbécil de ese tamaño? Por fortuna los venezolanos recibieron ya 26 millones de vacunaciones al finalizar noviembre, aunque sólo el 35% tienen vacunación completa. Seguro que médicos sensatos ignoraron la receta del más ignorante presidente latinoamericano.
El resultado del “chavismo” o “socialismo bolivariano” en Venezuela es la destrucción de la economía sudamericana más próspera de finales del siglo pasado. Es la emigración de 6 millones de personas. La OEA advirtió a mediados de año que la migración venezolana podría generar 7 millones de refugiados, algo “sin precedente en la región”. El flujo de centroamericanos a México parece un tema menor comparado con la tragedia provocada por el chavismo.
Otro presidente sin preparación ni competencia para el cargo es Pedro Castillo en Perú. Aunque es bachiller en educación, no comprende las implicaciones de cambiar las leyes de minería de un día para otro. Perú vive de las exportaciones mineras pero la industria pertenece a extranjeros, quienes han invertido como nunca en ese país. Llama la atención que el presidente López Obrador haya enviado a Rogelio Ramírez de la O, el secretario de Hacienda mexicano, a echarle la mano al presidente peruano porque seguro se le atora la carreta. Algo que no recordamos haber visto.
Con tristeza nuestra historia latinoamericana está llena de líderes populistas incompetentes que causan gran daño a sus pueblos. Limitan el potencial de la gente y el crecimiento que debieran tener países ricos en recursos naturales y humanos. Argentina se hunde en la pobreza por la desconfianza en el gobierno, en Nicaragua el revolucionario Daniel Ortega se convierte en un dictador de pacotilla, peor que el propio Anastasio Somoza. Cuba es una cárcel rodeada de mar donde nadie puede pensar distinto a los dogmas del viejo marxismo-leninismo comunista. Chile podría caer en el caos por la polarización entre ultras de derecha y neo allendistas. Sólo Uruguay mantiene su desarrollo político y económico intacto. En Centroamérica, Costa Rica es un oasis democrático.
La lucha de nuestras naciones parece tener un gran letrero que dice: democracia en construcción, disculpe los desastres que causa el populismo. Contra la ignorancia y la incompetencia el único remedio es más democracia, más libertad, más estado de derecho e instituciones que resistan.
