Recep Tayyip Erdogan es el presidente autócrata de Turquía. Cree saber más que los mercados. Con mano de dictador obliga a su banco central a tener bajas tasas de interés. El resultado es patético. La lira turca sufre una devaluación del 43% en lo que va del año y la inflación llegará al 50%.
Si en México, como en Turquía, el líder decide cambiar las reglas del juego del banco central y da el mandato de crear empleo y una sociedad más igualitaria, lo que logrará será una macro devaluación y el revés de la meta deseada. Aún recuerdo las palabras de Luis Echeverría después de la primera gran devaluación en 1976. “La devaluación nos hará más competitivos con el exterior”. Mentira. Después de 18 años de estabilidad del peso a 12.50 por dólar, el país empobreció por la falta de disciplina en el presupuesto. Echeverría gastaba a lo loco en todo proyecto que le parecía popular y “se gastó los ahorros de abuelita” que daban estabilidad a la moneda, según dijo don Antonio Ortiz Mena, ex secretario de Hacienda, artífice del “desarrollo estabilizador”, el periodo más largo de estabilidad y crecimiento económico.
Fue hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari cuando se le dio independencia al Banxico. Salinas, con todos sus defectos, fue el gran transformador. Luego Ernesto Zedillo se convirtió en el artífice de la estabilidad macroeconómica que hemos vivido. Lo logró con el sacrificio enorme de 1995 y parte de 1996. La medicina-veneno de altísimas tasas de interés pararon la inflación, la devaluación, y dieron certidumbre al crecimiento sostenido de la economía durante cuatro sexenios. Zedillo administraba con sabia austeridad y ortodoxia. A pesar de todo su talento, la gente le cobró al PRI la crisis económica de 1995 en las elecciones del 2000. El sacrificio había sido enorme.
El problema del cambio de último minuto en la designación del gobernador del Banco de México es de credibilidad. Aunque la elegida por el presidente López Obrador, Victoria Rodríguez Ceja, dijo que no le metería mano a las reservas, que lucharía por el control de la inflación (como es el primer mandato de la institución), sabemos que puede ser sólo intención.
El Presidente dijo que regresaría a los cuarteles a los militares y vea lo que tenemos; prometió respeto a las instituciones pero el nombramiento de una inexperta funcionaria a cambio de un conocedor como lo es Arturo Herrera, muestra que un cambio de opinión o de estado de ánimo en Palacio puede echar por la borda las mejores intenciones. Si en las próximas semanas el peso no recupera algo de lo perdido después de la designación, mostraría el error. Pocos logros económicos tenía el país y uno de ellos era la estabilidad del peso. Esperemos que el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, sepa lo que hace al recomendar a una subalterna para ese puesto tan importante. Por fortuna en el Banxico las decisiones son colegiadas.
Una sorpresa para López Obrador han sido los comentarios de Gerardo Esquivel, subgobernador del banco. Cuando el Presidente quiso echarle mano a una aportación del FMI de 12 mil millones de dólares, Esquivel se opuso y tampoco estuvo de acuerdo con la tacleada que le dio a Arturo Herrera.
La esperanza es que Victoria pruebe las mieles de la autonomía, se enamore del puesto y mande a volar las recomendaciones o necedades que puedan venir de Palacio. Puede ser.
