Estaba en un momento de descanso y esparcimiento leyendo el periódico, cuándo a corta distancia, un jardinero empezó su trabajo acompañándolo de un canto desafinado. El muchacho cantaba a todo pulmón mientras empujaba una ruidosa podadora. En la casa de enfrente, en una obra en construcción, los albañiles tienen su música a todo volumen y martillean todo el día. También cantan como si estuvieran practicando para concursar en esa infinidad de programas televisivos, donde los aficionados aspiran ganar un premio económico que seguramente resolverá muchas necesidades. Nuestro México es así, musical y ruidoso. 

Hace unas noches un vecino trajo música de banda y tocó muchas horas un sonido estruendoso como aporreadero de cazuelas. Siento que mi cultura en esos temas musicales es nula porque fue un dolor de cabeza. Y así los fines de semana las orquestas de distintos eventos se dejan escuchar hasta altas horas de la noche o más bien ya de madrugada.  

En algunas zonas de casas destinadas a vivienda, se encuentran talleres de soldadores, carpinterías y demás. Las herramientas eléctricas que manejan son muy ruidosas y el sonido puede ser desquiciante para las personas que viven alrededor. Una vez visité a una amiga y al final de su privada había una vivienda que utilizaba el espacio de su cochera y parte de la calle para soldar distintos objetos. El chirrido era desquiciante, la pobre mujer quería cambiarse de casa, pero no le era posible.  

Me parece oportuno que integrantes de algunas asociaciones civiles como: Fuerza Ciudadana, Semillas de Esperanza, Grupo Antirrobo Guanajuato y Cabildo Ciudadano, propongan la iniciativa de la “Ley Anti ruido”. Ésta tendrá como fin reducir los niveles de contaminación auditiva en el estado, principalmente en las zonas de hospitales, escuelas, centros médicos y casas de asilo. Aunque el ruido estrepitoso en zonas habitacionales siga afectando a miles de ciudadanos, esta iniciativa es un comienzo para ejercer algún control en sitios que requieren silencio. 

La intención no es coartar carreras musicales, echar a perder las fiestas, entorpecer una fuente de ingreso, ni mucho menos, pero es importante respetar el espacio de las demás personas que se ven perturbadas por el estruendo.  

Expertos en el tema acústico opinan que el ruido es un contaminante y su exposición causa efectos nocivos a la salud como la pérdida parcial o total de la audición. Así también pérdida de la calidad del sueño, caída del rendimiento en las tareas, estrés, dolor de cabeza, interferencia en la comunicación, alteraciones cardiovasculares, cambios endócrinos y fatiga corporal, entre otros. Una solución emergente puede ser poner aislantes a la casa lo cual puede resultar en un costo elevado, o usar tapones en los oídos que tampoco es muy agradable. 

Debemos responsabilizarnos del ruido que provocamos, especialmente en las horas en las que las personas quieren conciliar el sueño. Durante el estricto encierro debido al resguardo del Covid 19 se podía escuchar un gran silencio que permitía escuchar hasta los sonidos de la naturaleza.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *