Cuando en México el presidente López Obrador dice que aumentará el gasto en pensiones y además reducirá la edad para tener derecho a los 65 años, sin decir de dónde sacará el dinero para hacerlo, enfrentamos una amenaza populista sin precedentes. Con revisar lo que pesan ya las pensiones en el presupuesto federal (20%) y lo que crecen año con año, sabemos que nuestro paìs está en verdadero riesgo.
El populismo latinoamericano empobrece a los pueblos que lo adoptan. Argentina, a pesar de ser un país educado sufre su azote. La mayoría del “pueblo sabio”, eligió nuevamente a un partido derivado del peronismo, una corriente llamada kirchnerismo, encabezada por Cristina Fernández de Kirchner. Aunque ella es la vicepresidenta del país, tiene la popularidad suficiente para dominar la política del presidente Alberto Fernández.
La historia económica del país es una serie de traiciones internas, de falta de patriotismo de casi todos los sectores; de querer siempre que el Gobierno resuelva todo. Su peso se devalúa en una década y en la siguiente también. El peso pasó de 20 por dólar hace tres años a 145 a la fecha. Pero como todo en el populismo son deformaciones de los mercados, Argentina tiene dos tipos de cambio, el oficial de 90 pesos y el libre de 145 en adelante.
A los productores del campo, que son los principales exportadores, les pagan sus cosechas a 90 y luego ellos lo tienen que conseguir en el mercado libre a 145 para comprar insumos, porque al gobierno no le ajustan sus reservas.
Mauricio Macri, el último presidente liberal, quiso enderezar la economía con ayuda del Fondo Monetario Internacional. Abrió mercados, estabilizó por un tiempo la moneda pero al final no pudo. Las demandas de diferentes sindicatos, burócratas y la traición perpetua de los empresarios y clase media a su país, volvió a derrumbar la economía.
Digo traición porque toda la riqueza la sacan. Aunque Argentina es el país más endeudado de Latinoamérica, sus ciudadanos tienen depósitos en el extranjero suficientes para pagar esa deuda y aún sobra. Los ahorradores achacan el problema a las constantes devaluaciones, inflación e inestabilidad. El resultado es fatal.
Tan sólo en 2020, con la pandemia, la economía se contrajo en un 11.5%. La pobreza aumentó al 44% y en un país rico en productos agropecuarios, la gente sufre hambre. Eso no pasaba antes.
Lo peor de todo es que Argentina pasa el tiempo peleando con acreedores, desde los llamados “fondos buitre”, hasta el Fondo Monetario Internacional que les había prestado 57 mil millones de dólares. El FMI dio el mayor préstamo de su historia a Argentina. Poco tiempo pasó para que dejaran de pagar.
Si de un lado el gobierno patrocina prestaciones laborales y pensiones que nada tienen que ver con la productividad y del otro los empresarios corren a comprar dólares cada que tienen un ahorro, Argentina no podrá salir adelante. Hay una desinversión perpetua.
Desde fuera se ve que sólo con un enorme esfuerzo de unidad nacional, donde todos los sectores sacrifiquen algo, podrán salir adelante. Pero el populismo tiene entre sus armas la división y el enfrentamiento. Para cambiar necesitan romper con el pasado, con la idea mítica del peronismo y su justicialismo. Para eso hay que enfrentar la realidad. En varias ocasiones los militares quisieron “poner orden” al caos pero lo único que lograron fue convertirse en criminales.
