La libertad de prensa pertenece a aquellos que tienen una”. –A.J. Liebling

Antes de la irrupción de internet en la vida cotidiana de la información, los ciudadanos tenían pocas posibilidades de expresarse en un medio masivo. No por censura sino por limitaciones en tiempo y espacio. Con sarcasmo, uno de los críticos de medios más célebres decía que la libertad de prensa pertenecía solo a los dueños de los medios. Con las redes sociales todo cambió.  

Ahora cualquiera, armado de un teléfono y un tema interesante que difundir, puede llegar a millones. Algunos youtubers obtienen audiencias envidiables para muchos medios tradicionales. La libertad de tener una “prensa” en la mano se popularizó y emparejó el terreno para que haya tantos medios posibles como individuos con algo que decir. 

Con Facebook, Whatsapp, Telegram, Youtube, Twitter, Instagram, Tik Tok y lo que venga, la profusión de información explota como una bomba atómica de exabytes que son un millón de millones de millones de bytes. Los monstruos de la tecnología pueden devorar lo que les pongan enfrente: todos los videos del mundo, todas las conversaciones de toda la humanidad y qué decir de todo el texto del conocimiento universal. El fenómeno abre todas las posibilidades a la información más completa que jamás soñaron periodistas, educadores, artistas y claro, también políticos.

Pero como en todo avance, tenemos en esa potencia la mano de Dios y la cola del Diablo. Podemos disfrutar los mejores museos del mundo desde la computadora o el teléfono; igual que visitar el lugar más remoto de la tierra o medir desde Google Earth la superficie de cualquier predio en el mundo. Pronto el internet no tendrá fronteras con el invento de Elon Musk llamado EarthLink. Una red de 40 mil satélites que darán servicio de banda ancha en todo el mundo. ¿Cómo harán los sabios de la 4T para regularlos? El mismo acertijo tienen todos los gobernantes autoritarios del mundo como Vladimir Putin

Bueno, todos sabemos la maravilla que es Whatsapp para las familias que se comunican al instante por todo el mundo. Tampoco lo soñamos hasta que un puñado de ingenieros convirtieron la aplicación en algo tan valioso en dólares como el producto interno de Honduras. 

Del otro lado de la moneda está la red oscura (dark web). En esa parte diabólica venden drogas, armas y conspiraciones. Para la Interpol, las agencias de contraespionaje y los gobiernos de todo el mundo es una pesadilla. 

Para los políticos en campaña internet es la oportunidad de difundir sus plataformas y también agredir a los contrincantes con falsedades. Un ejemplo que será clásico es la forma en que Donald Trump difundió información mentirosa sobre el origen de Barack Obama e imaginarios delitos de Hillary Clinton. Hasta jóvenes de Macedonia ganaron dinero con la audiencia de los norteamericanos que apoyaban a Trump. Construían portales desde Europa para apoyarlo, ganar tráfico y miles de dólares en publicidad. 

Trump gobernó a través de Twitter. Su pensamiento, sus filias y fobias llegaban a más de 45 millones de seguidores. El nuevo medio de comunicación multiplicaba sus tuits en segundos y el mundo podía enterarse de lo que sucedía al instante en su retorcida mente. Hasta que lo cortaron cuando comenzó su campaña de desinformación respecto a un fraude electoral que nunca existió. 

Lo sorprendente es que nuestros políticos se lo tomaron personal. Si censuraron a Trump, nada les costaría a las plataformas mencionadas cortarle el hilo a López Obrador o a cualquier político mexicano si difundiera información falsa. Ricardo Monreal, líder del Senado, obediente y diligente, quiere poner reglas a las redes sociales. No sabe en lo que se ha metido, o simplemente crea otra cortina de humo ante la tragedia nacional de la pandemia y la economía. (Continuará)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *