Le pusieron Dulce María. Pero nadie sabe cómo se llamó. El 30 de agosto pasado la hallaron muerta dentro de una hielera, en un mercado sobre ruedas de la colonia El Pípila, en Tijuana, Baja California.

El cuerpo de la pequeña fue descubierto cuando los comerciantes terminaban de levantar sus puestos y una mujer descubrió la hielera, y la abrió. La niña aparentaba tener cinco años de edad. Posiblemente era un poco mayor. Presentaba desnutrición severa y tenía el cuerpo cubierto de llagas.

Ninguna persona se presentó a reclamarla. Iba a ser enviada a la fosa común, pero un grupo de 30 mujeres luchó para que las autoridades les permitieran darle un funeral, y también sepultarla. Fueron ellas quienes le pusieron ese nombre, Dulce María.

Lograron sepultarla hace unos días.

El 28 de junio de 2020 alguien halló una maleta debajo de un puente ubicado en San Juan de Aragón, municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México. Adentro estaba el cuerpo sin vida de una niña de 24 meses que presentaba abuso sexual, traumatismo craneoencefálico y lesiones contusas en rodillas y tórax. La bautizaron como “La beba de Aragón”.

El 11 de noviembre, en Fresnillo, Zacatecas, Sofía, de 12 años, recibió una llamada de un maestro que la citó para hacer una tarea. No volvió. La niña fue encontrada once días más tarde, envuelta en una sábana y con señales evidentes de maltrato físico.

El 12 de octubre de 2020, Ayelin Iczae, de 13 años, salió de su casa en Tixtla, Guerrero, para encontrarse con su madre. No llegó. Durante cuatro días, los vecinos organizaron acciones de búsqueda en los alrededores. No pudieron encontrarla. Su cadáver apareció el jueves 15 en una barranca.

El cuerpo de bomberos recibió un reporte de incendio en la colonia Mariano Matamoros de Tijuana, el 4 de enero de 2020. Tras sofocar el fuego hallaron, en una habitación, el cadáver de Dayana, de 13 años de edad. Tenía un calcetín en la boca y una venda en el cuello. La madre se había ido esa mañana a atender su puesto de ropa en el mercado. Según las autoridades, el agresor había intentado que la muerte de Dayana pareciera un accidente.

El 4 de julio, en Naolinco, Veracruz, fue reportada desaparecida una niña de 12 años que vendía pan. Se llamaba Reyna Isabel. La habían visto en la calle aquel sábado ofreciendo su mercancía, y luego no se supo más. Hasta que su cadáver apareció en un baldío con huellas de violencia.

El 12 de junio de 2020, en la colonia La Unión, de Tijuana, Patricia Elizabeth, una niña de cinco años, fue violada y asesinada en su domicilio.

El 3 de marzo fue encontrada en un paraje de Temixco, Morelos, a orillas de la autopista México-Acapulco, una niña de cinco años de edad, sin ropa, torturada y asesinada.

Datos del gobierno federal indican que la cifra de mujeres de entre 0 y 17 años que entre enero y septiembre de 2020 fueron víctimas de feminicidio, es la más alta desde 2015.

Entre esos meses se cometieron 8,048 delitos contra niñas y adolescentes ubicadas en ese rango de edad.

Según el director de la Red por los Derechos de la Infancia en México, Juan Martín Pérez, la violencia contra la infancia no ha dejado de crecer en los últimos 14 años, “sin embargo de 2018 a 2020 muchos de los indicadores se duplicaron”.

Las activistas María Salguero y Frida Guerrera coinciden en que no hay estrategias ni políticas públicas que aborden esta situación. “Los niños están abandonados en el entorno familiar y en el entorno comunitario”, dice Salguero. Frida Guerrera concluye: “Que niños y niñas sean lastimados es una norma y esto tiene que ver con lo que nos hemos vuelto como sociedad. De 2016 a la fecha, 602 niñas han sido asesinadas en México, sin considerar a las que han muerto en balaceras”.

Todo está invisibilizado. Pero esto también fue el México de 2020.

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