Un avión Persuader de la Secretaría de Marina detectó una embarcación rápida que se movía hacia el norte, a unos 240 kilómetros de Manzanillo. El reporte indicaba que esa embarcación se movía a una velocidad inusual en lanchas y barcos que salen a pescar.

Una nave interceptora de la Marina, capaz de alcanzar una velocidad de 80 kilómetros por hora, y el buque Patrulla Oceánica de Largo Alcance ARM “Juárez” POLA-101, entre otras unidades, comenzaron a moverse hacia las coordenadas que la aeronave había indicado.

El buque patrulla, de 107.5 metros de eslora, pesa 2,570 toneladas. Es capaz de navegar durante 21 días sin necesidad de reabastecimiento. Lleva a bordo 100 elementos entrenados, armamento diverso y hasta un helicóptero.

La persecución por el litoral tomó varias horas. La nave de la Marina avistó por fin a la embarcación. Era pequeña, de 9 metros de largo, con dos motores fuera de borda de 350 caballos cada uno.

Estaba pintada de azul, “lo que volvía muy difícil ubicarla a simple vista en alta mar”, y estaba diseñada con materiales que le ayudaban a no ser detectada por los radares.

Cuando la nave interceptora hizo contacto, se estaba perdiendo ya la luz del día. Para detener la huida de la embarcación, realizó maniobras que alteraron la superficie del agua, creando una serie de olas a fin de dificultar el avance y acentuar la inestabilidad.

Iban siete personas a bordo de la lancha que huía. Se trataba de cuatro mexicanos y tres ecuatorianos. Venían de algún punto de Centroamérica. Dijeron que los habían contratado para llevar una carga, que ignoraban qué carga era, aunque sospechaban que se trataba de algo ilícito.

En la embarcación había paquetes, en forma de ladrillo, de color café. Eran 1,100. Pesaban más de una tonelada. Aquel era uno de los aseguramientos más grandes del año. Era el cuarto aseguramiento en diez días.

Apenas en agosto, personal de Semar, Aduanas y la Fiscalía General de la República revisaron con aparatos de rayos X un contenedor procedente de Colombia, y cuyo destino final era Japón.

Adentro había once costales con 575 paquetes, cuyo valor en el mercado negro era de alrededor de 161 millones de pesos.

Solo entre julio y octubre, según sus datos, la Marina aseguró seis toneladas de cocaína en diversas operaciones de seguimiento e intercepción.

Uno de los decomisos más importantes ocurrió a mediados de octubre: Semar había detenido días antes una lancha frente a costas de Chiapas. La lancha llevaba más de dos mil litros de combustible. Con la información obtenida entre los detenidos se supo que dos toneladas de cocaína serían arrojadas desde el aire en 95 paquetes sellados y balizados de manera electrónica, a fin de que embarcaciones del narcotráfico pudieran recogerlos posteriormente.

A través de su equipo electrónico, un avión Persuader localizó a unos 600 kilómetros de Acapulco, las balizas con que se había marcado la droga. Los paquetes contenían dos toneladas de cocaína. Una cantidad igual se había decomisado el 3 de agosto en Acapulco. El mayor decomiso del año ocurrió en Mahahual, Quintana Roo: 2,960 kilos valuados en 700 millones de pesos.

En 2019 se lograron decomisar seis toneladas de cocaína. En solo 10 meses de 2020, la Marina había asegurado ya 9.5 toneladas.

Las notas que hablan de aseguramientos en el mar son hoy más frecuentes que nunca. ¿Está lloviendo droga? ¿O acaso la Marina es el único cuerpo que está haciendo su trabajo? ¿O todo esto indica que terminaron los abrazos y arreció la batalla contra el Cartel Jalisco y los señores de la droga?

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