La unión de los tres partidos más importantes del país después de Morena es un ejercicio político de primer nivel. Responde a las aspiraciones de más de la mitad de los electores que no votaron por López Obrador y su partido. En esta unión temporal, PAN, PRI y PRD buscan el rescate del país, amenazado por la destrucción de las instituciones, su economía  y la democracia.

Antes no hubiéramos imaginado al PAN  y al PRI llevar a más de la mitad de sus candidatos en unidad para competir en la próxima elección federal. Tampoco creíamos posible la destrucción acelerada de las instituciones, la economía y en última instancia la democracia. Costó mucho construir la alternancia en el poder, la pluralidad, las leyes y los organismos que ayudaron a modernizar al país.

En Acción Nacional el voto fue mayoritario cuando eligieron unirse al PRI y al PRD (247 a favor y sólo 14 en contra). Dejaron atrás la doctrina por una decisión pragmática. La prioridad ahora no es que prevalezca su ideología, sino detener la destrucción. El PRI, dañado y golpeado por la corrupción del sexenio de Enrique Peña Nieto, retornó al triunfo electoral en Coahuila e Hidalgo, algo inesperado incluso para Morena y el presidente López Obrador.

La apuesta de la oposición tiene un doble significado: primero envía un mensaje de unidad porque el país jamás saldrá adelante dividido. La nacionalidad está por encima de las diferencias de credos e ideologías. Luego advierte que la pluralidad y la diversidad son indispensables para construir el futuro. Primero es México, pudiera ser la frase de campaña.

Desde que López Obrador destruyó el proyecto del aeropuerto en Texcoco, advertimos que la sinrazón no podría ser el estilo de un gobierno transformador. Ahí se perdió el trabajo de miles de mexicanos, se tiraron 9 mil millones de dólares a la basura y se estableció un estilo de gobernar que nunca habíamos tenido: la destrucción como estrategia de poder. Siguió el Seguro Popular; se desmantelaron instituciones y eliminaron instancias de apoyo. Todo con la sumisa aprobación de la mayoría de Morena en el Congreso.

Ahora que la pandemia aprieta, la irracionalidad regresa con la construcción de tres elefantes blancos que quitan recursos indispensables para enfrentarla. Dos Bocas, el Tren Maya y Santa Lucía muestran un gobierno de capricho. Ponen los recursos donde no es  necesario y los quitan de insumos esenciales para la salud como sucede con las vacunas y las medicinas contra el cáncer.

Si Morena escogió a sus candidatos por tómbola en las elecciones pasadas, la oposición puede fructificar su unión en los hombres más capacitados del país. Un buen gesto sería recuperar el talento de José Antonio Meade y de Ricardo Anaya como candidatos plurinominales. La visión de país que los dos tienen no difiere mucho y su preparación está a leguas de distancia de los diputados de Morena. Sabemos que tuvieron duros enfrentamientos, pero volvemos al punto de partida: primero México.

Hay miles de mujeres y hombres preparados, educados y con visión de futuro. Los tres partidos pueden aportar lo mejor de sus cuadros para enfrentar al gobierno de un solo hombre antes de que el país acabe hecho pedazos.

Al terminar de escribir leo que Felipe Calderón propone unir también a México Libre con el PAN. Margarita Zavala sería una espléndida candidata. Eso reforzaría la construcción política más interesante de nuestra era. Es hora de sumar. 

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