Porfirio Muñoz Ledo es todo menos dejado. En su paso por Guanajuato lo conocimos como el hombre cosmopolita, culto, mercurial, sibarita y bueno para un vodka, que quiso ser gobernador. Político emprendedor, a sus 87 años, su vida podría contarse como una aventura perpetua.
Hoy encabeza las preferencias en la encuesta-elección que planea el INE para elegir al próximo presidente de Morena. El problema está en que Porfirio es el único respondón ante el líder supremo López Obrador. Durante la presidencia de la Cámara de Diputados siguió una sola línea: la suya. Seguro pensó que a su edad no podría hacer el papelón de tinterillo del Presidente.
Cuando todos creíamos que su paso por el Congreso estaría marcado por su voz casi incomprensible o sus mareos después de una comida copiosa en viandas y vino, surge su talento político que pone de cabeza a Morena, el último partido que ha transitado. En estos días las encuestas del INE le darían el cargo de presidente. Una sorpresa que no gusta para nada a Marcelo Ebrard, aspirante presidencial número uno de quien ha dicho lo peor.
Mario Delgado, el líder de la mayoría en la Cámara tampoco está contento. Después de invertir buenas sumas de dinero en su campaña, se encuentra con la sorpresa de que Porfirio lo aventaja en conocimiento de nombre. ¿Quién no conoce a Muñoz Ledo? ¿Quién conoce a Mario Delgado?
Para López Obrador y toda la nomenclatura de Morena, Porfirio es un dolor de estómago. Nadie podría con él porque es impredecible e ingobernable. Tiene lúcida su mente, tal vez demasiado sagaz para someterse a las barbaridades que vemos en el Gobierno. Él es constructor de instituciones. Las leyes electorales de 1997 fueron, en buena parte, diseñadas por él. Sabe horrores de política y le gustaría brillar mucho en sus últimos años como líder del partido mayoritario. Sería un hito considerable: haber presidido el PRI, el PRD y ahora Morena.
Hay noticias de que no lo van a dejar. Seguro que los tribunales electorales ya sucumbieron también al todopoderoso líder. Qué molestia tener a Porfirio dando lecciones de política, leyes y civilidad, qué lata aguantar una voz discordante, dirán en Palacio. El aspirante es un magneto para la prensa y la crítica política. ¿Quién no lo ha entrevistado?, ¿quién no sabe de su larguísima trayectoria? A diferencia de sus colegas de partido, jamás se le han conocido corruptelas, moches o negocios a la sombra del poder. Compárelo con Manuel Bartlett y sabrá la diferencia.
El público y, en particular quienes nos dedicamos a observar el escenario político, estábamos muy entusiasmados por su postulación. Tendríamos variedad y sabor de opiniones con su presencia cotidiana. “Lástima Margarito“, nos van a dejar igual que antes.
La paradoja para el veterano político de mil batallas es el eterno retorno al PRI.
Tanto que luchó por la democracia, las instituciones y la modernidad del Estado. Si el Tribunal Electoral invalida la forma que el INE diseñó las encuestas y el proceso de selección, Porfirio encontrará que en realidad sólo hay un supremo líder en el partido y ese se llama Presidente de la República. Igualito sucedió cuando salió del PRI porque no tragaba que Miguel de La Madrid le dijera qué hacer. Las tormentas lo persiguen o él va tras las tempestades. Todo un caso interminable para conversar.
