No siempre estoy de humor para tanta hiel” -David Huerta.
De todas partes llegan ideas que empatan con el presente. El domingo -bueno para leer, escuchar y aprender- vi una entrevista pasada de Cristina Pacheco con David Huerta, el poeta. Cristina le pregunta qué le parece la obra de Salvador Novo. “No siempre estoy de humor para tanta hiel”. Fue una frase relámpago.
México vive tiempos de hiel, encono, vituperio y adversarios. Pero nunca tuvimos un momento tan grave para que el odio oscurezca más nuestro humor. El jardín de juegos del poeta son las palabras, el lenguaje; del pensador son las ideas; del político deben ser los acuerdos y la imaginación para construir un destino mejor para todos.
Después del rechazo del INE al partido México Libre de Margarita Zavala, el Presidente vuelve a la carga, o mejor dicho, a la descarga de hiel. ¿De qué sirve a México hoy que López Obrador tenga como principal tarea cobrar facturas del pasado? Es una trivialidad. ¿Cómo puede un país sumergido en la peor crisis sanitaria, económica y de seguridad pública tener ánimo para pleitos callejeros y riñas verbales insulsas?
“¿Quién pompó?”, le dice López Obrador a Carlos Loret de Mola sobre el origen del capital para lanzar su empresa periodística llamada Latinus. El Presidente se baja de Palacio a la banqueta y de la banqueta a la calle para contestar presuntos agravios por el estilo hipercrítico de Loret.
“Nunca responderemos a los agravios” decía el gran gobernador Juan José Torres Landa a sus colaboradores. “El gobernante puede tener muchos enemigos, pero no puede ser enemigo de nadie”, escribía con profundidad política José Aguilar y Maya, otro gobernador distinguido de nuestro estado.
Torres Landa decía que su tarea era tan importante y urgente que no podía perder el tiempo en responder agravios de sus “adversarios”. Guanajuato no podía admitir que la hiel inundara el espíritu de gobernantes y gobernados. También es válido en lo privado: perdemos tiempo y vida en conflictos de negocios o familiares que no tienen un límite, un final.
El próximo jueves, cuando Loret responda, la insidia regresará como búmeran al representante de la Nación: ¿quién pompó? Una pregunta ladina sobre cualquier bien o servicio que el comprador no puede explicar, ahora convertida en eslogan publicitario de Amazon. La investidura presidencial por los suelos.
En otra época al menos existía la elegancia del personero. Cuando un presidente quería enviar un mensaje, ya fuera intimidatorio o no, lo hacía a través de su vocero o de algún funcionario cercano. Desde la sombra de un árbol en Tabasco, el mismo López Obrador desprecia, una vez más, el esfuerzo ciudadano de Margarita Zavala y Felipe Calderón. Se regocija en la derrota de sus adversarios favoritos al no recibir el registro del partido México Libre.
Llegan los días de hiel y comienzan conflictos que nunca imaginamos como la toma de la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos por parte de mujeres dolidas, lastimadas por feminicidios y desapariciones. Algo que no sucedió en tiempos de la no izquierda, del neoliberalismo.
El oficio de la política no puede estar inspirado en el odio o el desprecio al otro, al que no es o no parece ser como uno. Y si lo vemos claro, Loret o Calderón tienen poco que perder. Sobre todo Loret, quien capitaliza con enorme audiencia sus programas de periodismo antagónico.
