Corren los caballitos, los grandotes y los chiquitos, porque allá en la caballeriza, la comida se sirvió, tienen ahí su alfalfa, fresca y verde como esmeralda, invitándolos a ponerse un atracón”. Francisco Gabilondo Soler (Cri Cri)
En el subconsciente brotan ideas de recuerdos infantiles. De nuestra generación, ¿quién no cantó con Cri Cri? Este recuerdo infantil lo comparo con una realidad que transforma al mundo como nunca antes: la carrera de los “caballitos” eléctricos.
Tesla es el grande, el enorme fenómeno industrial de nuestra época, como lo fuera en su tiempo Edison Electric o Bell Telephone. Thomas Alva Edison inventó la luz eléctrica; Alejandro Graham Bell, el teléfono. Elon Musk no inventó los autos eléctricos pero sí la industria que los hace realidad.
Musk, el genio que llegó de Sudáfrica, creó de la nada una empresa que hoy tiene un valor estratosférico de 417 mil millones de dólares. En un año el valor de mercado de su empresa se multiplicó por diez y hoy supera a todos sus competidores juntos. Mientras General Motors, Toyota, VW, Ford y Fiat-Chrysler pastaban plácidos en los campos de la ingeniería de motores a gasolina y diésel, Musk inventa el futuro.
En entregas anteriores dimos cuenta del ascenso de Tesla que parece imparable. Apenas el 27 de agosto del año pasado sus acciones valían 214 dólares. Hoy están en 2,234. Los analistas creen que pueden llegar a 2,500. La montaña de alfalfa verde (billones de dólares) atrae a todos los demás competidores. La abundancia está en lo eléctrico.
Detrás de Tesla vienen muchos: la VW con su caballito el EGolf, con sus maravillosos “pura sangre”, los Porsche de alta calidad y las SUV de Audi. Ford alista su caballo Mustang eléctrico y seguro pronto ofrecerá sus pick ups F150 que jalan muchas carretas. La F150 es el vehículo más vendido en Estados Unidos.
Desde Japón viene Honda que en dos años no tendrá ningún modelo que no sea híbrido o eléctrico. De China galopa veloz una manada completa con 400 fábricas que lanzan vehículos desde 2 mil dólares hasta 70 mil. Muchos cuacos reventarán en la carrera pero otros pocos llegarán al establo de Tesla para aumentar y compartir su montaña de alfalfa.
Quienes morirán al tiempo son los viejos y decadentes descendientes del petróleo. Un ejemplo sencillo: un motor de gasolina tiene más de 200 partes móviles. El eléctrico cuenta con una carcasa y un rotor que gira sobre baleros. Es todo. El valor de Tesla tiene componentes que ninguna empresa automotriz tuvo antes: el diseño más avanzado de baterías y el software equivalente al de Apple en los celulares. El vehículo se actualiza con versiones que lo llevarán en el corto plazo a la conducción autónoma.
Mientras eso sucede, en México hay el empeño de regresar al petróleo, la gasolina, el diésel y el combustóleo. Cuando Pemex termine la refinería de Dos Bocas el mundo será otro. Exxon, que era una empresa poderosa y legendaria, llegó a valer más de 90 dólares por acción, hoy se cotiza en menos de 40. La Aramco, empresa que tiene toda la riqueza petrolera gigante de Arabia Saudita, ya vale menos que Apple. Si alguien duda que la riqueza está en el conocimiento y no en las materias primas, tiene que asomarse al mundo para saber hacia dónde van los países desarrollados. Viéndose el ombligo no se llega a ningún lugar.
