La ideología y prejuicios de Morena causan dolor y muerte a niños enfermos de cáncer. Duele que en el Seguro Social no tengan los medicamentos para las quimioterapias que pueden salvar de leucemia a miles en todo el país.
En pocos meses, el Gobierno aniquila de un plumazo el sistema de abasto y tratamientos que logró hasta hace pocos años salvar a siete de cada 10 enfermos. El argumento es el mismo que aplica para destruir todo: “había corrupción en la compra y distribución de fármacos”.
Bajo esa cantaleta cancelaron compras a laboratorios mexicanos, proveedores y distribuidores; con ese dogma planean destruir la estructura de proveeduría nacional e ir al extranjero a obtener lo que aquí se producía en cantidad y calidad. Entre que lo hacen y lo logran, dejan al Seguro Social y a las instituciones de salud pública sin remedios para lo más urgente. El dolor infligido a miles de familias pobres o de clase media resulta insoportable, cruel e inhumano.
Luego niegan la realidad. La esconden alardeando que todo va bien cuando es falso. En el camino, la ineptitud en la administración de la salud pública, crea un mercado negro de medicamentos, la sociedad se organiza para procurar lo necesario. Familias crean agrupaciones para compartir el dolor y la quimioterapia necesaria. Las madres y los padres encuentran la forma de desprenderse de todo para salvar a sus hijos.
La culpa del Seguro Social no está en la falta de recursos, porque los tiene, sino en el silencio cómplice de sus directivos, de su consejo técnico y sus médicos. Callan porque al poderoso le puede incordiar la verdad, porque Zoe Robledo, el director general, prefiere quedar bien con el Presidente que enfrentar la realidad y salvar a las hijas y los hijos de los derechohabientes
Mientras la pandemia tiene todos los reflectores y el doctor Hugo López Gatell recita poemas o platica cuentos de fantasía de cifras y tendencias, en los hospitales públicos hay una tragedia perpetua por falta de medicamentos. El cáncer tiene un solo cometido: crecer e invadir al enfermo. Cada día que no se combate invade células sanas, órganos vitales y crea metástasis.
La mala administración de los recursos públicos causa estragos en varios frentes, pero ninguno tan dramático como el calvario de las familias con hijas e hijos enfermos de cáncer. Ninguna excusa puede justificar que el Estado no atienda este drama. Mientras millones de jóvenes reciben dinero sin hacer algo para obtenerlo, los enfermos de cáncer fallecen por falta de fármacos indispensables para sobrevivir.
Y ni modo de culpar a Felipe Calderón, los conservadores o al neoliberalismo. La planeación central destrozará el equilibrio entre la demanda y la oferta. En lugar de prevenir la corrupción, la acelerará con compras directas en el extranjero y contratos a discreción de funcionarios mal pagados. Cuando la decisión de comprar miles de millones de pesos en insumos está en manos de una sola persona, necesitamos santos para evitar precios inflados y “moches” seguros. Pasó con las compras infladas de los ventiladores a la familia de Manuel Bartlett y sucede ya en el Seguro Social con la adquisición de algo tan sencillo como los cubre bocas. Lo exhibió Carlos Loret de Mola en su programa de Latinus.
La corrupción pudo combatirse con mejores prácticas, con el ejercicio de las leyes antimonopólicas. Ahora la situación es peor y más mal se pondrá si el Gobierno oye pero no escucha, como bien lo dice Porfirio Muñoz Ledo.
