Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal norteamericana, cuando habla, siempre comienza y termina por el objetivo primordial de la institución: ayudar a que el empleo y la calidad de vida de su país permanezca y prospere. Siempre dice la verdad y tiene la fortaleza de carácter para no cumplir los caprichos de quien lo llevó al puesto: Donald Trump. Es un líder sereno y humano.

El abogado de 67 años actuó rápido y con todos los recursos de la Reserva Federal al apoyar no sólo al sistema bancario de su país, sino a grandes empresas e instituciones. Les proveyó liquidez y redujo las tasas de interés a cero para que nada se atorara, incluso extendió líneas de crédito a los atribulados municipios que perdieron parte de su ingreso por la pandemia.

Gracias a la gran bazuca que usó para inundar los mercados de liquidez, la recuperación del empleo y el crecimiento será vertiginosa. Sumado el otro brazo de apoyo económico el fiscal, con apoyos directos desde el Tesoro con cheques entregados a la población, comprendemos por qué Estados Unidos, a pesar de todas sus fallas, seguirá siendo la potencia mundial número uno.

El país y sus instituciones son más grandes y perdurables que el corrosivo Trump. Tres “trillions”, o billones de dólares, que representan el 14% del PIB norteamericano libraron al sistema financiero y a millones de familias a soportar el vendaval.

Powell dice que puede ir por más con sus herramientas para aliviar el daño del desempleo. Predice que durante dos años las tasas de interés permanecerán cerca de cero, como bálsamo para sostener la estabilidad del sistema. Powell predice una recuperación a partir del segundo semestre del año que durará por lo menos dos años. Estarán listos para cualquier contingencia.

Powell es un servidor público que destaca la utilidad de la transparencia de las deliberaciones dentro del Comité Federal de Mercado Abierto. Por sus palabras y expresiones encontramos un mensaje que va más allá de un simple listado de apoyos y un recuento de daños. En su voz, en su gesto, siempre van primero las consideraciones humanas, la empatía con sus compatriotas que perdieron el empleo y seres queridos.

Al final de su presentación hace referencia a los “trágicos eventos que han puesto de nueva cuenta los reflectores en el dolor de la injusticia racial de este país”. Hace notar que en la Reserva Federal se sirve a todo el país y no hay lugar para el racismo como no lo debe haber en toda sociedad.

El gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León, apuró hace ya mes y medio el apoyo de 750 mil millones a la banca. Ahí quedó todo. Los estados se debilitan. Las secretarías languidecen con una sangría del recorte del 75% de sus gastos y el país sufre el doble o el triple de lo necesario porque la Federación no sale al rescate de empresas, familias e instituciones. Todo por la visión extraviada de quien no sabe ni desea saber.

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