El Banco Central de Argentina decretó el fin de la libertad cambiaria desde las instituciones. Corta de un tajo la sangría de dólares sufrida en el cambio de poder. De un gobierno liberal pasa a uno populista o por lo menos de izquierda.
El mandato de Mauricio Macri fue un desastre porque no supo crear las condiciones y las medidas necesarias para transitar del fracaso de Cristina Kirchner a la recuperación y el crecimiento. Trató pero no lo logró. La inflación y la devaluación carcomieron la estabilidad antes de obtener resultados.
Su país pasará de mal a peor.
Argentina ya no es confiable como deudor en los mercados. Sus bonos bajan hasta llegar a 40 centavos por dólar. El riesgo país rebasa los 2200 puntos, lo que significa un altísimo precio para conseguir dinero en el extranjero.
El Fondo Monetario Internacional ayudó a Macri con créditos para liberar mercados a apuntalar el peso. No funcionó. El deporte nacional de los argentinos es comprar dólares, a cualquier precio.
Su desprecio por el peso no es gratis: las políticas económicas variadas y erráticas impiden el avance del país más educado y rico en recursos naturales. Si alguien convenciera a los argentinos de remitir la mitad de sus ahorros en el extranjero a su país, tendrían para pagar toda la deuda externa y les sobraría para iniciar proyectos de inversión y crecimiento. Nunca lo harán. Tal vez cuando cedan su soberanía monetaria al dólar y la Reserva Federal de Estados Unidos, como lo hizo Ecuador.
Argentina regresa al peronismo, a esa corriente política instalada en el país sureño desde hace ocho décadas. Modificada y aderezada por corrientes intermitentes de políticos, incluso del mismo Juan Domingo Perón (segunda parte) en 1973, después del exilio.
Aunque el triunfo de Alberto Fernández fue más cerrado que en las elecciones primarias porque muchos electores recapacitaron, no fue suficiente para salvar al país.
Cuando un país revienta sus finanzas como Argentina este año (como México en el 76, 82 y 95), lo único posible para salir adelante es volver al útil y olvidado pragmatismo perdón por la redundancia. No hay de otra.
Fernández, con todas sus falsas e imposibles promesas de campaña tendrá que sentarse con el Fondo Monetario Internacional y aceptar sus condiciones. Puede negociar plazos, condiciones, pero nunca desoír sus recomendaciones. Si no escucha Argentina, podría ser la siguiente Venezuela.
El horror permanecería poco tiempo porque Argentina es una sociedad más educada y sin dependencia del petróleo como el país de Nicolás Maduro. Echaría del mando a un gobierno descarriado como lo ha hecho antes, esperemos que sin la intervención militar.
En un año el peso fue de 35 a 74 pesos en el mercado libre. Los argentinos perdieron por lo menos la mitad de su capacidad de compra.
Hoy necesitan la visión de un economista del tamaño de Ernesto Zedillo o Alejandro Werner, representante del FMI para la zona.
La pregunta siempre será: ¿Qué funcionaría para salir del agujero lo más rápido posible? ¿Cuáles son las medidas creativas que pesen menos en la población? ¿Cómo cambiar rápido sin prejuicios ideológicos?
Si Fernández entiende la complicación histórica de su mandato, echará por la borda al peronismo, al izquierdismo latino y volverá al Pragmatismo, esa filosofía que tiene tan mala reputación pero que consigue buenos resultados. Si no, preguntemos por China. (Continuará)
