Como muchos, simpatizo con las causas de los más pobres: los indígenas y los campesinos. Vivir y convivir con ellos por años nos ayuda a mirar de otra manera la vida, desde otra óptica. Sentir con quienes menos tienen es mirar la historia desde el reverso, desde la “visión de los vencidos”. Por eso, la solidaridad con sus causas. Sin embargo, desde el corporativismo engendrado por el monstruo priísta desde hace muchos años, se formaron organismos intermedios que, al fungir como interlocutores de ellos frente a la autoridad, lograron concesiones, prebendas y enorme cantidad de recursos económicos, para su solo beneficio y no del pueblo.

El gobierno tuvo que negociar siempre con ellos, y a fuerza de grandes de cantidades de “sobornos sociales”, logró aplacarlos, dándoles permisos y convenios. Algunos, verdaderos engendros, como Antorcha Campesina, fueron creciendo y haciéndose incontrolables. Maestros del chantaje y la coerción social, encontraron la estrategia, “le tomaron la medida al gobierno”. Pero ahora con el gobierno del Presidente AMLO, las cosas cambiaron. Él decidió entregar en forma individualizada los subsidios (perniciosos muchos de ellos en mi opinión) para apoyar la producción en el campo.

Y aquí se crearon nuevos problemas. El primero, que, de entregarse directamente los recursos, éstos ya no pasan por las organizaciones campesinas como la UNTA (Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas) y dado que de ello viven, se amotinaron de inmediato. Es cierto que, además, el monto de los recursos asignados por el gobierno en todas las áreas prioritarias (como salud, educación, trabajo, cultura y desarrollo rural) han sido recortados y lo serán más. El dinero que regala el Presidente a 25 millones de paisanos, no se crea de la nada. Proviene de los impuestos que profesionistas y empresarios aportamos.

Estos subsidios tienen relación directa con el crecimiento de la economía, del PIB (Producto Interno Bruto) y éste está estancado. Esta recesión o estancamiento reduce drásticamente los niveles de ingresos del gobierno. Con inversión extranjera reducida y la probabilidad de aumento del “riesgo País” y del “grado de inversión”, el escenario de complica para AMLO (y, por tanto, para todos). Los errores en política económica son enormes, pues la economía requiere inversión y ésta es en México, preponderantemente privada y extranjera (conste, reconociendo que esto es producto del modelo económico neoliberal que recibió AMLO).

Los bloqueos carreteros de esta semana, al igual que los ferroviarios de los meses recientes, muestran una actitud complaciente del gobierno federal. Las metodologías para calcular el daño social, el perjuicio que tiene la sociedad y la economía en un País por bloqueos es enorme. Algunas se animan a hacerlo como proporción del PIB, otras en razón del “costo de oportunidad” o producción que se deja de hacer. Lo cierto es que en los 2 días que se han tenido con 300 bloqueos carreteros de un día, las pérdidas a la planta productiva y a la vida social es enorme. 

El Gobierno federal como consecuencia del tono conciliador del Presidente y en su enfoque de no tener conflicto con los movimientos sociales, de donde él ha emanado, ha dado la línea a todas las fuerzas de orden de no reprimir los bloqueos o plantones, sino tolerarlos y llamar al diálogo. Esto se tradujo esta semana en la multiplicación de movilizaciones en todo el País. El centro del País, se paralizó y todo indica que se volverá a repetir tantas veces como las organizaciones cupulares “campesinas” logren obtener prebendas y dinero.

No son buenas las señales para las siguientes generaciones, que observan desde el inicio de su vida, el triste espectáculo de bloqueos a las vías de comunicación, sin tener ninguna consecuencia. El gobernador de Guanajuato, Diego Sinhué, dio ejemplo y evitó desde la madrugada, el cierre de la autopista que es para nosotros oxígeno: la carretera 57 que nos comunica al centro y al occidente. Gracias a las FSPE (Fuerza de Seguridad Pública del Estado) que lo evitaron. La policía federal, en todos los cierres, fue una observadora más. Como me comentaba un oficial de las fuerzas armadas -que coincidió en el viaje en el que duré 18 horas el sábado de León a Puebla-: “los malandros ya nos tomaron la medida, saben que tenemos instrucciones de no atacar”.  Sin castigos, los bloqueos seguirán siendo un ejemplo más de los peor que tenemos: la impunidad. 

* Director de la Universidad Meridiano
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