El cabello del recién nacido, el jefe de familia o el enfermo que ya no puede levantarse es por donde pasan las tijeras y el talento del peluquero de Nuevo Valle de Moreno: Rubén Ríos Collazo.
Sí, es que sólo queda él. O bueno, él y el recuerdo de su papá Don Rubén, que son a los que el pueblo señala como “los peluqueros”.
“Mi papá era peluquero, yo aprendí desde los 16 años a cómo meter la tijera y cómo atender al cliente. Tengo más de cuarenta años en esto y lo siento como un gusto”, dice Rubén dentro de su local que no mide más de 3 metros y que antes de morir su padre le heredó.
Pero es que en su local no importa el espacio, sino la atención. Al fondo del pasillo se alcanza a ver una repisa de madera y sus herramientas de trabajo: tijeras, gel, un atomizador de agua. Después, la silla azul algo gastada, “la de dentista”, dicen algunos clientes y amigos de Rubén.
Un espejo rectangular y un perchero de cuernos de animal son el adorno final de la peluquería.
La preparación para ser peluquero la tomó en la ciudad de León, cerca de la Central de Autobuses.
“Para qué me quedaba allá, mejor acá en el pueblo para cortarles el cabello”, cuenta Rubén, a quien los años ya se le notan en el blanco del bigote y el cabello, en un rostro donde resalta el claro café de sus ojos.
“Con la casquera le hacemos la rasurada, usamos la maquinita de corte, uso este arco de naranja que ya no lo usan en las peluquerías, la tijera de degrafilado para corte pesado, pero también hacemos detalles”, describe el peluquero mientras manipula los objetos.
De 25 a 40 pesos es el precio del corte, depende del gusto o del trabajo que quiera el cliente. O de la distancia que tenga que recorrer para llevar la peluquería a domicilio. Oficio que a su esposa y a él los ha mantenido la mayor parte de la vida, porque Rubén también se dedica al campo, por eso el color blanco de su tez ya muy desgastado.
“La mayor parte del presupuesto ha sido la peluquería. La gente me conoce aquí, hasta la persona que ya no puede salir voy a su casa con mucho gusto, y no se le cobra nada, ¿hay que hacer algo por la gente no?” pregunta, pero presume que en un fin de semana atiende hasta a 30 clientes nuevovallenses.
“La gente ya no está aquí, estamos nomás los viejitos, en vez de llamarse Valle de Moreno deberíamos llamarle asilo”, bromea Rubén y después asegura que la gente se ha ido a la ciudad o al extranjero.
Y es que Nuevo Valle de Moreno es de las comunidades del estado con más migrantes, aunque según el Instituto de Estadística y Geografía (INEGI) hasta finales de 2012 eran arriba de 800 habitantes, aunque para los vecinos ya no quedan ni esos.
Pero al menos los hombres y mujeres que quedan en el pueblo y traigan el cabello largo, saben que si caminan a una cuadra de la iglesia y atraviesan la placita, está el localito del peluquero.

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