Primera lectura

En aquellos días, todavía de noche se levantó Jacob, tomó a las dos mujeres, las dos siervas y los once hijos y cruzó el vado de Yaboc; pasó con ellos el torrente e hizo pasar sus posesiones. Y él quedó solo. Un hombre luchó con él hasta la aurora; y, viendo que no le podía, le tocó la articulación del muslo y se la dejó tiesa, mientras peleaba con él. 
Dijo: «Suéltame, que llega la aurora.» 
Respondió: «No te soltaré hasta que me bendigas.»
Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?» 
Contestó: «Jacob.» 
Le replicó: «Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con dioses y con hombres y has podido.» 
Jacob, a su vez, preguntó: «Dime tu nombre.»
Respondió: «¿Por qué me preguntas mi nombre?» 
Y le bendijo. Jacob llamó aquel lugar Penuel, diciendo: «He visto a Dios cara a cara y he quedado vivo.» 
Mientras atravesaba Penuel salía el sol, y él iba cojeando. Por eso los israelitas, hasta hoy, no comen el tendón de la articulación del muslo, porque Jacob fue herido en dicho tendón del muslo.
Palabra de Dios.

 

Salmo

R/. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, Señor.
 

  • Señor, escucha mi apelación, 
    atiende a mis clamores, 
    presta oído a mi súplica, 
    que en mis labios no hay engaño. R/.
     
  • Emane de ti la sentencia, 
    miren tus ojos la rectitud. 
    Aunque sondees mi corazón, 
    visitándolo de noche, 
    aunque me pruebes al fuego, 
    no encontrarás malicia en mí. R/. 
     
  • Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; 
    inclina el oído y escucha mis palabras. 
    Muestra las maravillas de tu misericordia, 
    tú que salvas de los adversarios, 
    a quien se refugia a tu derecha. R/.
     
  • Guárdame como a las niñas de tus ojos, 
    a la sombra de tus alas escóndeme. 
    Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, 
    y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.

 

Evangelio

En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. 
La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual.» 
En cambio, los fariseos decían: «Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.»
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. 
Entonces dijo a sus discípulos: «Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»
Palabra del Señor.

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