Queridos lectores, víctimas de esta columna por tantos años: la reciente lluvia que tanto problema causa al tráfico tiene algo bueno para campesinos, productores del campo y entre otros, a quienes hacemos forestación, arborización.
Sí, esta actividad que decían los ancestros que era junto con escribir un libro y tener un hijo-, el legado que deberíamos dejar en esta vida.
Máxima dicha de una manera simplista, pero que seguramente la tradición oral intentaba invitarnos a dejar un legado vivo como lo es un árbol.
Si su servilleta fuera el leonés líder de la tarea pública del medio ambiente, rompería cantidad de paradigmas que se tienen con respecto a la mejora de nuestro sufrido ecosistema.
Lo mismo para la poda del muérdago, para incentivar a los captadores y ahorradores de agua, para formar un “fondo verde” con la gran red de amigos empresarios locales que dan donativos cuando se le presentan buenos proyectos, para formar la red universitaria de tecnología verde, para armar el núcleo de preparatorianos y colonos para reforestar, para crear microempresas recicladoras en los núcleos clave, para incentivar con prototipos en lugares públicos las energías renovables y para ser implacable con proyectos que no cumplen con las MIA (Manifestación de Impacto Ambiental).
Pero como soy un ciudadano común y corriente, hago acciones concretas para dejar una huella. Iniciemos por algunos números.
La relación de árboles contra habitantes muestra no solo la disponibilidad de diversidad biológica y de agua, sino la cultura de una comunidad.
Así, de acuerdo a datos de organismos como Nature, los países árabes tienen bajísima relación de árboles, otros como Guayana y Canadá tienen la mayor relación.
México está en media tabla y en el País, entre las ciudades de más de medio millón de habitantes, nuestro terruño está en el último lugar de esta relación.
Nuestra densidad de árboles está lejos de la que tiene Guadalajara, la campeona en relación de árboles por habitantes (15), en tanto nosotros apenas llegamos a 0.7 (poco más de un millón de árboles.
Las lluvias tardías de este junio (fecha en la que se presentan históricamente las lluvias torrenciales) nos trajeron casi 15% del total del periodo; humedecieron la tierra y para quienes almacenamos el agua de lluvia, llenaron los aljibes.
Pero solo la vimos pasar, pues la recarga, el sembrado, no se da, en ciudades como la nuestra donde el 85% es pavimento y solo el 5% es espacio de áreas verdes y carecemos del incentivo del Banco SAPAL para que nos descuenten del pago por ser captadores de lluvia o tener pozos de absorción.
Para forestar, para arborizar, el plantador, tiene que lidiar con reglamentos obsoletos, con colonos que se resisten, con autoridades que no ayudan, con regulaciones excesivas, con conseguir dinero para comprar árboles, con empresas que difícilmente dan apoyo, con jóvenes que piden acreditación del servicio social y esto no es fácil.
La actividad de poda tampoco es sencilla; para quien conoce especies y sabe que esta práctica ayuda al árbol se puede traducir en mal entender el hecho y pensar que se le “mutila”.
Calculo que del total de árboles que mueren en León después de una campaña es del 50% por numerosas razones, pero la principal es la falta de la red social (colonos, plantadores y gobierno) para que sobreviva el árbol.
Para poder fondear estas actividades, utilizamos fondos como los “bonos de carbono” de la plataforma MXC02 y esto debería ampliarse para que el municipio diera recibos deducibles de impuestos a los viveros que aportemos árboles.
El gobierno estatal y municipal en León han hecho por años actividades, pero con una eficacia muy baja.
No se trata solo de plantar muchos, sino de asegurar que éstos sobrevivan y para esto siempre requerimos de comunidades arraigadas que acompañen el proceso.
Mi experiencia de décadas en estas actividades se enriqueció por aprender de Don Jorge Arena Torres Landa en el proyecto de la Sierra de Lobos. El acompañamiento siempre con estudiantes y simpatizantes fue indispensable.
La selección de especies a partir del terreno y la técnica de sembrado permitieron sembrar miles de árboles que hoy sobreviven sanos; son grandes pinos mexicanos, la especie original de nuestra sierra.
A la tarea de forestar y reforestar nos tenemos que agregar todos. Es la semana de sembrar, de convencer, de comunicar a los leoneses que requerimos árboles y de defenderlos de los que los mutilan.
Sueño con empresas que acudan a los “bonos de carbono” y que complementen su “modelo de negocio” con acciones como éstas; con comités de colonos que participen activamente en organizar brigadas; con un gobierno municipal que apoye las acciones ciudadanas.
Hoy León es un caso triste de falta de masa arbórea.
El Municipio debería tener procesos ágiles, sencillos, que apoyen las iniciativas ciudadanas para obsequiar árboles haciendo eco de los liderazgos naturales que en los ambientes universitarios y sociales existen.
Hoy, me sostengo con el recuerdo de Don Jorge, el hombre que plantaba árboles.
