En todo el mundo se tiene cada vez más conciencia de la problemática ambiental. Conceptos como el desarrollo sustentable, el cambio climático, el efecto invernadero, son conocidos por más personas y aceptados como una consecuencia de la industrialización y más en días de enorme sequía y calor-. Pero todo esto avanza tanto como estemos dispuestos a aceptar cambiar nuestros patrones de vida.
León tiene enormes problemas ambientales: una inmensa montaña de cromo que heredamos de Química Central, suelos contaminados por residuos de tenerías, agua subterránea que tiene proporciones altas de metales pesados, miles de árboles contaminados con la plaga del muérdago, erosión en la Sierra de Lobos y pérdida de la masa forestal, nula cultura de separación de residuos orgánicos, dependencia de energías fósiles, pérdida del Parque de los Cárcamos por la obra de City Park, pésima calidad del aire, entre tantos otros.
Parecen problemas lejanos, pero en realidad, pero todos somos cómplices pues nuestra “huella de carbono” es enorme. Para algunos, mayor, para otros, menor, pero todos la tenemos. Generamos todos, gases de efecto invernadero y nuestros consumos son generalmente irresponsables sin darnos cuenta. Con una “calculadora de huella de carbono” podemos comprobarlo.
Tendríamos que sembrar cientos de árboles en nuestra vida para remediarlo. La cuestión es tomar decisiones que sí están en nuestras manos y actuar.
Nuestro consumo incluye dosis altas de sal y de azúcar; alimentos enlatados y conservadores; consumimos cartón y papel en exceso; quemamos litros de combustible y menos del 0.5% de los leoneses usamos calentadores solares. Pero hay uno que particularmente comienza a tomar relevancia para todos los seres humanos: la enorme cantidad de plástico que usamos. No es un asunto solamente de reciclarlo (solo el 90% de los productos que adquirimos, tienen polímeros “vírgenes”, es decir, de primer uso) sino de entender que al final, los plásticos van a parar al relleno sanitario o al mar y que durante el trayecto generan problemas pues no pueden “biodegradarse”, es decir, no pueden ser asimilados en el suelo y usarse como fertilizante por ser productos fabricados por el ser humano (en León, menos del 15% del PET es nuevamente introducido al ciclo industrial) .
En todo México y en León, tenemos industrias intensivas en polímeros contaminantes como el poliestireno y el poliuretano, que utilizamos a diario en bolsas, envases, botellas, materiales de construcción, popotes, etc. Cada 15 minutos tocamos un polímero y la tasa de tonelaje ha crecido por persona hasta generar millones de toneladas de basura que contaminan el suelo, el agua y el aire. Entonces ¿qué hacer? ¿Cómo reducir o evitar ya el consumo de plásticos contaminantes? Las empresas tienen estrategias como: incluir en su modelo de negocio aspectos ecológicos, incursionar en un porcentaje de material reciclado, considerar el ciclo de vida de su producto, invertir en el uso de materiales como los bio polímeros, entre otras estrategias.
Investigaciones Meridiano aplicó un sondeo a 350 leoneses, encontrando que escasamente el 11% “tiene conciencia del problema ambiental” y el 78% declara “no saber del problema”. En cuanto a enterarse del problema que generan los plásticos en el mar y en los rellenos sanitarios, escasamente el 21% dijo “haber escuchado del problema”, el 54% afirma “no haber escuchado”. A preguntarles “¿cuáles son los plásticos que considera más contaminantes?” respondió que “las bolsas” el 38%, los “botellas” el 34%, “popotes” el 21% y el resto (empaques, materiales de construcción, botellas) completó el 100%. Al preguntarles “si estaría de acuerdo en que existiera una ley estatal que prohibiera el uso de plástico contaminantes como las bolsas y los popotes”, respondieron que “sí” el 65%, que “no” el 11% y que “no lo sabe” el 24%. A la pregunta de “si estaría dispuesto a adquirir plásticos ecológicos”, respondió que “sí” el 45%, que “no” el 23% y el resto dijo que “lo evaluaría”.
El estudio mostró al igual que otros similares en el País, que la conciencia ecológica comienza a ser mayor en las generaciones jóvenes y que por cohortes generacionales, son los menores de 40 años, quienes más prefieren productos o servicios ecológicos sobre los convencionales. Lo anterior abre una ventana de oportunidades al “marketing verde” y para los empresarios de los plásticos, señales del mercado que deben influir en sus estrategias de investigación y desarrollo, pues inevitablemente, más tarde o más temprano, los gobiernos prohibirán el uso de plásticos y el consumidor, tenderá paulatinamente a rechazarlos.
